El miércoles 18 de marzo del 2020 Nicaragua registró oficialmente su primer caso de COVID-19, una semana después, el 26 de marzo, se reportaba la primera víctima mortal de la enfermedad en el país. Sin embargo, no fue hasta el 8 de octubre, casi siete meses después del primer fallecido, que el gobierno de Nicaragua lanzó una campaña contra el virus.
La Asesora Presidencial en temas de Salud, Sonia Castro, dio la directrices de la campaña, la cual incluye lavarse frecuentemente las manos con agua y jabón “antes de asistir a eventos y después de salir» de actividades masivas. Igualmente guardar la debida distancia, usar mascarillas, no saludarse con las manos y cubrirse la boca y la nariz con el codo si uno tose o estornuda.
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La funcionaria, dijo que hay que “evitar tocarse la cara si no se tiene las manos limpias”. En el caso de las ferias, que en Nicaragua en ningún momento se suspendieron, se deben «desinfectar las superficies que se tocan con frecuencia”, dijo Castro, recomendando a la población ir a las unidades de salud más cercanas en caso de presentar síntomas de COVID-19.
Por su parte la ministra de salud, Martha Reyes, insistió que en el caso de los adultos mayores “o algún miembro de la familia con diabetes, hipertensión, enfermedades cardio vasculares, problemas respiratorios crónicos o inmunodeficiencia, garanticemos que tomen su tratamiento y mantengan las medidas de protección para evitar que se compliquen con enfermedades respiratorias”.
Caso omiso a las advertencias de la OMS
Estas mismas recomendaciones fueron hechas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los primeros meses de la pandemia, pero mientras la OMS lanzaba la voz de alarma a las naciones, en Nicaragua el gobierno convocaba a marchas a sus simpatizantes, exhortaba a seguir en actividades turísticas y trataba de calmar las alarmas al asegurar que el país supuestamente contaba con la preparación para enfrentar la enfermedad.
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Una de las medidas tomadas por el gobierno al llegar la pandemia al país fue enviar a cientos de trabajadores del Estado y simpatizantes del gobernante Frente Sandinista, a una jornada de visitas casa a casa. La medida fue duramente criticada por los especialistas en epidemiología, y en redes sociales circularon videos de ciudadanos llamando expulsando a los brigadistas de sus casas y llamándoles «irresponsables» por ser focos de posibles contagios.
Cifras oficiales poco creíbles
Los registros oficiales de la pandemia son poco confiables para organismos regionales como la Organización Panamericana de la Salud. El último reporte del Ministerio de Salud (Minsa) sobre la pandemia, indica que Nicaragua registra 5 mil 277 casos positivos de coronavirus y 153 fallecidos. No obstante, el Observatorio Ciudadano COVID-19, un ente independiente, registraba hasta finales de septiembre 10 mil 513 posibles casos y 2 mil 751 muertes con síntomas relacionados a la pandemia.
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En los momentos más dramáticos de la enfermedad en Nicaragua hubo entierros exprés nocturnos, los cuales el gobierno negó que estuvieran ocurriendo, aunque hay filmaciones y transmisiones en vivo de los familiares de las víctimas que corroboran las denuncias. Las autoridades del Minsa, en muchos casos, diagnosticaron otras causas de defunción como infartos o neumonía atípica.
El secretismo con que la administración Ortega Murillo ha manejado la pandemia, le ha acarreado condenas de varios países, entre estos, Estados Unidos, y también de organismos, como la misma OPS.
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