A medida que se encarecen los precios de los productos de la canasta básica, aumenta la migración de los nicaragüenses. Una tendencia que no parece detenerse, además, la calidad y cantidad de empleo en el país, no satisface las verdaderas necesidades de la población.
Lo anterior son los hallazgos más relevantes que registra el estudio “El incierto bienestar. Ciclo económico y calidad de vida en Nicaragua. 2018–2021”, que realizó el Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica (Cetcam), donde destaca que el desempleo es considerado “el talón de Aquiles de la economía nicaragüense”.
La crisis sociopolítica de 2018 que dejó estragos en la economía de Nicaragua y que se terminó de socavar con los efectos mundiales de la pandemia del Covid-19, terminaron de devaluar el salario real del nicaragüense.
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Solo los 23 productos alimenticios que componen la canasta básica del país supera los 360 dólares, que consumen más de dos salarios mínimos equivalentes a 160 dólares. Y lo decimos así, porque la cesta básica de Nicaragua está diseñada para ser asumida por dos salarios para una familia de seis: cuatro adultos y dos niños, según el Banco Central de Nicaragua (BCN).
Usos del hogar, vestuario y gastos básicos que son los otros componentes que contempla la canasta básica quedan sin cobertura con los ingresos promedios de los nicas. Todo esto hace que migrar no sea una opción sino la “única alternativa” de no caer en pobreza extrema.
Sin esperanza
El economista Marco Aurelio Peña, autor también del estudio, resalta que la población no está esperando que el régimen cree políticas de empleo o que mejoren los salarios sino que ellos mismos buscan cómo solventar sus necesidades y lo están encontrando en otros países.
“Cuando una persona se va del país, está renunciando a ser parte del mercado laboral informal. Hacen un análisis de costo beneficio, que les sale mejor irse del país aún en viajes irregulares, asumiendo costos monetarios y costo humanos porque en el camino te puede pasar algo”, resalta el economista.
El gran problema de Nicaragua es su estructura de mercado laboral es precario. Más del 47% de la población ocupada está en el subempleo, lo cual significa que los trabajos que existen están por debajo del nivel de cualificación de la persona, de modo que el trabajador gana menos de lo que podría ganar en otras condiciones, detalla el estudio.
Y es que el panorama de mejora en la calidad del empleo y los salarios no es prometedor para Nicaragua, porque los indicadores para hacer negocios, lo colocan como el segundo país más corrupto de la región Latinoamericana. Y a nivel interno no hay incentivos para la inversión, además que no cesa la represión y las noticias negativas.
“Si un país institucionalmente no está bien, entonces, la economía no va a funcionar bien. Por qué la economía y las fuerzas del mercado hacen su trabajo en la medida que hayan instituciones políticas, económicas funcionales sino se pierde confianza social, credibilidad , se pierden eficacia, y eso aumenta los grados de corrupción pública”, explica Peña.
Dependencia de las remesas
Todos esos elementos no permitirá la reactivación real de la economía del país, porque el dinamismo que permite ese 5% del crecimiento económico nacional que registra en el primer semestre de este año es incentivado por el consumo, que es respaldado por las remesas cuyo aporte al Producto Interno Bruto alcanza el 15%.
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“A la gente se le dice prácticamente que somos el primer mundo, porque hasta ese nivel llega la propaganda y a la gente lo que le preocupa es el empleo, lo han puesto por delante del problema político, es tan sensible esa parte”, resalta el economista.
Antes de 2018, la Cámara de Comercio y Servicios de Nicaragua vaticinó que por cada 10 dólares que entraban en remesas que llegan a los hogares nicaragüenses 7 eran destinados para el consumo. En la actualidad, Peña estima que el monto sea casi en su totalidad para ese mismo fin.
“Con las remesas van principalmente a costear los gastos de la casa, colegiatura, pago de los gastos básicos, la comida. No hay todavía evidencia de que ese dinero se esté utilizando para emprender, para el ahorro y la inversión”, detalla Peña.
Si bien resuelve las necesidades de los hogares, esto no da respuesta al problema de fondo y es que haya esperanza de que los emigrantes retornen y así Nicaragua logre recuperar ese capital humano que en su mayoría tiene formación profesional, técnica y son jóvenes.
Consecuencias de las migraciones
Los estragos de este efecto migratorio se verán a corto plazo en dos escenarios: por un lado en la productividad del país, que tendrá escasez de mano de obra para la zona rural, personal cualificado para determinados trabajos, fuerza laboral joven. Y el otro aspecto es el social, la “desestructuración” de la familia.
Peña resiente que no haya una estrategia enfocada para evitar más fuga de cerebros. “Lo que queda en evidencia es la incompetencia del gobierno de turno, de generar más empleos, de evitar que la gente se vaya, de cambiar estructuralmente el mercado de trabajo y de que se aumenten los salarios”.
Además instó a tomar las lecciones de otros países en la región de que sí están haciendo bien su trabajo y el crecimiento económico se refleja en la calidad de vida de su población. Mientras tanto el reto de Nicaragua parte de la institucionalidad, un punto primordial para empezar esa carrera hacia la innovación, inversión e inserción en la competitividad regional.
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