Camina tranquilamente en dirección a la casa de su mamá, escucha un sonido pero como usa sus audífonos no le brinda importancia y cree que se trata de los autos pasando por la calle, al intentar cruzar al otro extremo nota que un taxi la sigue desde hace dos cuadras y el conductor le graba los glúteos con su celular. Incómoda y molesta por la situación, grita y le cuestiona por qué la graba sin su consentimiento, a lo que el hombre contesta «estás bien rica perra».
Mujeres periodistas vulnerables al acoso dentro y fuera de los medios
La historia de Itza López se suma a la larga lista de experiencias de acoso callejero que viven día a día las mujeres nicaragüenses. La joven confirma que esta no sería la primera vez que pasa por situaciones similares, tras entrar molesta a la casa de su mamá, tomó agua e intentó pensar al respecto, posteriormente publicó su vivencia en redes sociales alertando a otras mujeres dando a conocer el número de placa del taxi.
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«Me llené de rabia porque no entiendo como en este siglo podemos seguir viviendo este tipo de acoso las mujeres en las calles» y sostiene que debería existir una vía legal para denunciar ya que la mayoría de mujeres «no podemos hacer nada, más que poner en las redes que nos acosaron».
En 2018 el Observatorio Contra el Acoso Callejero Nicaragua (OCAC) y CAC Porter Novelli presentaron un estudio en el cual el 83% de las 1,629 mujeres encuestadas afirmaban haber sido acosadas de diferentes maneras en espacios públicos y semipúblicos. A pesar de los niveles de incidencia de este tipo de acoso, las leyes nicaragüenses no reconocen el acoso callejero como un delito en específico y quienes son víctimas solo pueden denunciarlo bajo otros conceptos.
Para la ley, no es acoso
La abogada María Oviedo destaca que el acoso callejero no está tipificado en la ley, el único tipo de acoso que es penado es el de índole sexual, es decir solo cuando existen tocamientos. En el caso de los verbales, que son bastantes recurrentes en Nicaragua, no están contemplados en la normativa.
Oviedo explica que no es cualquier acoso callejero que una mujer pueda recibir por un desconocido que constituiría por sí un acoso, para esto deben reunirse una serie de requisitos como sería la constancia del acoso —es decir que sea el mismo sujeto quien perturbe a la persona en reiteradas ocasiones— y la dependencia entre el agresor y la víctima, y en el caso de que estos se cumplan se podría tipificar como asedio, el cual se trata de una falta penal «que ni cárcel amerita sino que son días multas».
A consideración de Oviedo, debería existir una normativa que regule estas conductas. «En vista que esta sociedad todavía tiene arraigado el machismo, debería incluirse dentro de nuestra norma penal el acoso callejero, quizás así disminuya la incidencia en las calles y el temor de las muejeres».
Desde su experiencia como mujer comparte que a veces le gustaría salir a caminar a las calles pero teme ser agredida de esta forma por un hombre y alega que «la mujer siempre tiene temor en la calle». «No está dentro de nuestro ordenamiento jurídico pero debería incluirse porque está causando muchos estragos en la población».
Un acoso naturalizado
La socióloga y feminista Martha Munguía, comparte que en 2019 recibieron a 13 jóvenes que denunciaban haber sido víctimas de acoso callejero y en algunos de los casos pasaron de los tocamientos y palabras vulgares hasta violaciones sexuales. Munguía asegura que aunque no existen investigaciones directas del tema, su incremento puede confirmarse a través de las llamadas y denuncias públicas que hacen las mujeres.
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El acoso callejero va desde los comentarios lascivos, hasta los manoseos, la exhibición de genitales y la persecución. Estudios han mostrado que el sector principalmente afectado son las mujeres jóvenes y adolescentes, sin embargo Munguía destaca que en Nicaragua «se ha construido una mentalidad basada en la cosificación de todas las mujeres, de todas las edades, porque también es ofensivo el hecho de que si sos una persona mayor te dicen madrecita o abuelita, es decir ponerte adjetivos no tiene otra base más que el creer que está en su derecho esa persona de llamarte de cualquier manera».
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La también directora del Centro Investigativo Asistencial de la Mujer Acción Ya, asegura que el acoso callejero es el que menos se denuncia porque fue naturalizado, en el pasado el acoso sexual era camuflado como un «piropo» y por tanto no se consideraba un delito. Ahora, «las mujeres gritan en la calle, piden apoyo, denuncian lo que ocurre» agrega Munguía.
Para la socióloga, no han habido sanciones a este tipo de acoso porque la misma población no lo reconoce como tal, «no se identifica en la población y mucho menos en políticas públicas». De igual forma, destaca que la ley debe contar con un sustento práctico, con una «política que enseñe, que eduque, que se cambien las costumbres y maneras de relacionarse socialmente (…) debe haber educación de derechos humanos de la población en general y en particular de las mujeres».
Aumenta la frecuencia
Munguía destaca que el acoso en los medios de transporte y espacios públicos ocurren cada vez con más frecuencia, destacando que en la zona norte del país son bastante recurrentes los asaltos sexuales en los taxis. Recuerda que hace seis meses, una joven fue acosada en un bus por lo que se bajó de este para tomar un taxi, al comentarle al conductor lo sucedido «este se la llevó, la golpeó, intentó violarla en el monte y la soltó al percibir que unas personas se acercaban. Ella denunció ya que se trataba de un intento de violación».
«Los piropos, tocamientos, palabras obsenas en plena vía pública o mostrar los genitales, ocurren casi a diario en este país» y agrega que «todas las mujeres saben que por el hecho de ser mujer, en las calles estás a espensas de que te toquen, te digan, o te secuestren y te violen».
En otros países el acoso callejero es reconocido y penalizado. El vecino Costa Rica aprobó en julio del pasado año un proyecto de Ley Contra el Acoso Sexual Callejero, el cual sanciona con cárcel diferentes conductas de acoso sexual en espacios y transportes públicos, como las grabaciones sexuales no consentidas en vía pública —similar a la situación que enfrentó López este martes— , el acorralamiento y el exhibicionismo. Nicaragua aún desconoce el término por completo dentro de su normativa.
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