El escritor nicaragüense Sergio Ramírez se siente el «único» novelista latinoamericano obligado a exiliarse de su país no porque sea político, sino por haber escrito una novela que no le gustó al régimen «caduco y arcaico» de Daniel Ortega.
El escritor vive en España desde hace más de un año a raíz de la publicación de la novela «Tongolele no sabía bailar», que es el mote de un mercenario al servicio de las peores causas del régimen nicaragüense actual.
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«No hay muchos novelistas exiliados en América Latina», recordó en la presentación de la traducción al inglés de «Ya nadie llora por mí (No one weeps for me now)» de la editorial estadounidense McPherson & Company, el segundo libro de una trilogía iniciada con «El cielo llora por mí» y concluida con «Togolele no sabía bailar», causante de su exilio.
«Una novela es el mejor retrato de una realidad, de un país», dice a la AFP el autor de «Margarita está linda la mar», en el Instituto Cervantes de Nueva York el jueves por la noche.
«Si uno puede interpretar los sentimientos de la gente, hacerlos pasar de personas a personajes, es la mejor memoria que se puede guardar de una época, más que en los libros de historia», sostiene el escritor de 80 años, que acaba de publicar un libro de cuentos «Ese día cayó en domingo» y ha terminado el borrador de una nueva novela.
La situación del ganador del prestigioso premio Cervantes no es única. «Mi exilio tiene relevancia porque se trata de un escritor, que estuvo antes en la revolución» para acabar con la dictadura dinástica de los Somoza, dice.
«Hay miles de nicaragüenses que están huyendo de Nicaragua, y no solo por razones de estrechez económica, sino por razones de persecución política», que han acabado en Estados Unidos, Costa Rica o España, principalmente, recuerda.
– Futuro en la cárcel –
Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, más de 100.000 personas se han exiliado desde las protestas opositoras de 2018, que el gobierno de Ortega considera que fueron parte de un fallido golpe de Estado promovido por Washington, del que los obispos fueron cómplices y desataron la persecución política.
Asimismo, al menos 200 opositores, entre ellos varios candidatos a la presidencia que fueron detenidos en la antesala de las elecciones del 2021, en las que Ortega logró un cuarto mandato consecutivo desde 2007, están en la cárcel.
Ramírez nunca sospechó que Ortega podría tomar «esta decisión tan ciega de restablecer en Nicaragua un modelo caduco, arcaico, que imita al modelo cubano de los años 60″.
Sumergido en una crisis política desde 2018, el gobierno ha ilegalizado a partidos opositores, a oenegés e incluso a universidades privadas donde se gestaron manifestaciones y no hay medios de prensa impresos independientes porque han sido clausurados.
Las entidades del Estado están controladas por representantes del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
La solución de los problemas económicos y sociales de Nicaragua pasa por «el restablecimiento de la democracia» aunque «en este momento no lo ve», pero no pierde la esperanza de un cambio.
«El futuro de Nicaragua está en la cárcel» donde están detenidos los opositores en circunstancias difíciles y que no pueden ver a sus familiares desde hace cerca de tres meses, concluyó el escritor que «nunca dejará de hablar del país desde su perspectiva crítica» aunque se considera «fuera del juego político». Este pertenece a las nuevas generaciones, concluyó.
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