La mayoría de empleos por cuenta propia en Nicaragua se encuentran ocupados por las mujeres con un 47.3% de participación, mientras tanto en el sector de asalariados los que predominan son los hombres con un 41.7%. Estos datos se reflejan en la última Encuesta Continua de Hogares realizada por el Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide).
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Para muchas, las cifras no son de sorprender. Ante las diferentes dificultades y desventajas que enfrentan las mujeres, buscar un empleo por cuenta propia es muchas veces una elección de subsistencia. Haydeé Castillo, defensora de derechos humanos y presidenta del Instituto de Liderazgo de Las Segovias, asegura que este es un «asunto estructural que tiene que ver con la desigualdad que viven las mujeres».
«El modelo patriarcal promueve la idea de que el hombre en primer lugar es el que tiene que traer el sustento al hogar y que además es quien tiene acceso a las fuentes de trabajo» y asegura que cuando quedan en el desempleo no todos están dispuestos «a trabajar en lo que sea» ya que están acostumbrados al trabajo formal. En cambio las mujeres, «ellas buscan la manera de sustentar el hogar a como de lugar, no les da pena poner una fritanga, vender rsoquillas en la calle, vender ropa usada, se las ingenian, ellas se crean sus propios empleos». Sin embargo, esta predisposición de las mujeres de adherirse más fácilmente al sector informal las deja en un nivel de desprotección pues es un trabajo mal remunerado y nunca tendrán protección social.
Mujeres en la informalidad ¿por qué?
Entre las principales razones por las cuales las mujeres tienden a insertarse con mayor frecuencia en empleos informales está el hecho que «casi siempre quienes están mejor calificados son los hombres, que en general han tenido acceso a educación, a especializarse, a hacer sus carreras profesionales». Castillo comparte que han tenido casos en el campo, donde las familias prefieren enviar al niño a la escuela y que la niña se quede en el hogar ayudando con las labores domésticas.
La economista y feminista, Ana Lucía Álvarez, señala que otra de las razones fundamentales tiene que ver con el tema del cuidado, las personas dependientes, «la forma en que se ha estructurado eso en Nicaragua y muchos lugares del mundo es que el cuido y sostenimiento de la vida es una responsabilidad privada en lugar de asumirse como una responsabilidad pública, y además está feminizado, no son las y los miembros de la familia quienes asumen el cuido sino que son las mujeres de la familia quienes lo asumen».
Álvarez destaca que el cuido equivale a todo un conjunto de tareas que requieren tiempo, dedicación y recursos, y esto les hace más dificil el poder insertarse en trabajos formales que tienen un horario fijo y un conjunto de restricciones, «entonces eso hace que cuando las mujeres tienen que tomar la decisión de insertarse en el mercado laboral lo hagan en trabajos en donde tienen mayor flexibilidad, para poder conciliar sus responsabilidades del trabajo remunerado con el trabajo no remunerado».
Por otro lado, aún cuando una mujer posee mayor o igual preparación en relación a otro hombre, los empleadores en su mayoría terminarán decidiéndose por contratarlo a él, pues las mujeres «tienen un costo de maternidad implícito para la empresa» señala Castillo.
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«Al momento de decidir a quién se emplea, generalmente las empresas prefieren que sea a un hombre ya que no se embaraza, porque no tiene que hacer lactancia materna, porque no va a pedir permiso para llevar a los hijos a la escuela o a los puestos de salud, entonces hay una serie de condicionantes estructurales que mantienen en una desventaja a las mujeres respecto de los hombres» coincide Álvarez.
Dinámicas androcéntricas
Álvarez destaca que desde la economía feminista se tratan de visibilizar todo este conjunto de desigualdades estructurales que existen en nuestras sociedades y todo este mundo que tiene que ver con el sostenimiento de la vida y que no se contabiliza, que no se monetiza, que no se estudia, y que se asume que es una responsabilidad de las mujeres por ser mujeres.
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La única vez que en Nicaragua se realizó una Encuesta sobre el Uso del Tiempo fue en 1998 y esta reflejaba que las mujeres dedicaban mayor proporción de tiempo a los quehaceres domésticos y cuidados no remunerados. «Las mujeres en Nicaragua dedicamos el doble del tiempo en trabajo no remunerado y eso tiene consecuencias en la cantidad de tiempo que podemos dedicar a trabajos remunerados, en nuestras posibilidades de descanso y del ocio» sostiene la economista.
Castillo asegura que es necesario llevar a cabo cambios en todos los ámbitos sociales, «en el sistema educativo donde la igualdad se enseñe desde los primeros años, es muy importante el rol de la familia, hay todo un trabajo con lo que se promueve en la iglesia, en los medios de comunicación».
Comparte como en los anuncios de comidas solo se ven a mujeres cocinando, y en los anuncios de detergentes quienes salen lavando son también las mujeres, «si acercamos estos ejemplos al mercado laboral decimos que quienes invierten mayor tiempo en el trabajo doméstico no remunerado son las mujeres… en realidad las mujeres no están teniendo ni calidad de vida, ni una remuneración justa, ni acceso a la toma de decisiones, no hay ventajas realmente para las mujeres».
Nicaragua y la igualdad de género
Las autoridades gubernamentales enfatizan con frecuencia el hecho de que Nicaragua es considerado uno de los países con mayor igualdad de género, para la defensora de derechos humanos esto «es una gran mentira» pues «el hecho de ocupar un cargo no significa tener poder de decisión y el mejor ejemplo lo hemos tenido con la cantidad de mujeres ministras que han sido despedidas por el régimen» y destaca como durante el último año en medio de una pandemia hubieron hasta tres ministras de salud distintas.
La activista asegura que desde que el FSLN llegó al poder «muchísimos de los adelantos que habían en igualdad de género, ellos se han encargado de retrocederlos, se han llenado la boca nada más con estadísticas basadas en esa ley del 50-50 que en la realidad no se traduce en un bienestar claro y concreto para las mujeres».
Para Castillo quien dirige realmente es la familia presidencial y por ello «de nada sirve que hayan alcaldesas, vice alcaldesas y diputadas, si son prácticamente como floreros, porque ellas no están tomando las decisiones». Además destaca que no es lo mismo hablar de mujeres que ocupan cargos a tener verdaderos adelantos en asuntos de igualdad pues «no todas las mujeres tienen conciencia de la desigualdad, hay muchas mujeres que también son útiles al sistema patriarcal».
Señala que un buen ejemplo de esto es la vicepresidenta Rosario Murillo, pues si tuviese conciencia de género, al momento de que Zoilamérica denunció públicamente al presidente Daniel Ortega por abuso sexual, ella hubiese estado del lado de su hija y no del victimario, «entonces no siempre tener a las mujeres en un puesto de toma de decisión implica que eso sea igual a un adelanto de conciencia y que eso se va a revertir en beneficios para que las mujeres alcancen esa igualdad que estamos buscando».
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