Dijo que el periodista Carlos Guadamuz pudo haber sido asesinado por grupos de poder del Frente Sandinista, denunció a ese partido por amenazas e intimidación, aseguró que la mafia tenía vínculos con Daniel Ortega, le reprochó que fuera el eterno candidato y se ganó el desprecio de Rosario Murillo. Cualquiera pensaría que se trata del perfil de un connotado antisandinista, pero nada más alejado de eso, se trata de William Grigsby Vado, director de Radio La Primerísima.
Quienes no conocen su historial y hoy lo escuchan recetar autoexámenes de respiración de 10 segundos para detectar el COVID-19, defender los desmanes de la pareja presidencial, advertir que el FSLN retomará las armas si pierde el poder, amenazar de muerte a los opositores, acusar de narcotraficantes a líderes sociales, vilipendiar a sacerdotes católicos y derretirse en halagos a Murillo, jamás creerían que hubo un William Grigsby que llegó a decir que el FSLN solo representaba “a una minoría del sandinismo”.
El «Chele» Grigsby, como se le conoce, es un viejo militante sandinista. Alto, blanco, rubio y ojos azules, su aspecto físico dista mucho del clásico mestizo nicaragüense. Sudoroso, obeso, agitado y de vestir informal irradia un aspecto completamente desaliñado.
Antes de que el sandinismo regresara al poder en el 2007 era considerado por algunas personas como un hombre muy inteligente y crítico agudo. Ahora pocos le reconocen atributos y en redes sociales se le tacha de “cínico”, “mentiroso”, “servil” y hasta “criminal”.
Vio el triunfo desde lejos
Sus arengas antiimperialistas y de exaltación a la lucha armada hacen creer que la persona detrás del micrófono de la radio es uno de esos trasnochados exguerrilleros que en 1979 entraron a Managua con un fusil en la mano. Sin embargo, el triunfo de la revolución lo tomó en el exilio. Grigsby no es un hombre de armas, al menos no de dispararlas él.
Como colaborador del Frente Sandinista había sido fichado de “subversivo” por la Guardia Nacional y por eso fue sacado de Nicaragua.
Respuesta al señor William Grigsby
“(El FSLN) me puso a trabajar en la Comisión Exterior de Costa Rica, primero, y luego de Panamá. En misión de trabajo, recabando solidaridad, el 19 de julio estaba viajando entre Lima, Perú, y La Paz, Bolivia. Me enteré del triunfo cuando caminaba por las calles de la capital boliviana”, dijo en el 2007 a la Oficina Ecuménica por la Paz y la Justicia de Múnich, una organización alemana de izquierda solidaria con Nicaragua.
Propagandista y agudo observador
Con la revolución instalada se sumó a los órganos de propaganda sandinista. Eran tiempos de guerra, de censura y de cerrar filas en defensa de ese proyecto político.
Grigsby como gran observador pronto notó los apagados rasgos del líder sandinista que décadas después le tocaría endiosar. Según el libro El Preso 198, del periodista Fabián Medina, Grigsby describió años después en la Revista Envío a Ortega de una manera poco favorable. “Daniel Ortega poseía una imagen gris, con su poblado mostacho, sus enormes y grotescos lentes y su cabello siempre desordenado. Sus discursos eran harto aburridos y espantagente y en su carácter conservaba visibles huellas de sus siete años de prisionero”, dijo.
El FSLN y la mafia
Con la derrota del FSLN en 1990 no abandonó al partido. Desde su trinchera en Radio La Primerísima y como colaborador en publicaciones como la Revista Envío era toda una referencia de un sandinismo fiel pero crítico con sus líderes.
Con el paso de los años, esas críticas se volvieron verdaderas denuncias y condenas. Una nota del 4 de noviembre del 2001 del periódico español La Vanguardia, cita a Grigsby asegurando que en Nicaragua hay «tres grupos mafiosos que se están disputando el país, vinculados al lavado de dinero, al tráfico de cocaína y grupos delictivos que tienen su arraigo en la droga pero que también se ocupan de otros turbios asuntos».
«Estos tres grupos mafiosos tienen vínculos político partidistas tanto con Daniel Ortega como con gente aledaña a Alemán (Se refiere al expresidente Arnoldo Alemán); esto se convierte en un escenario de república de mafias», denunció.
Asesinato de Carlos Guadamuz y amenazas
Uno de los momentos más tensos con sus compañeros sandinistas ocurrió en el 2004. El 10 de febrero el periodista Carlos Guadamuz fue asesinado a balazos por William Hurtado, un ex miembro de la Seguridad del Estado. Guadamuz se había convertido en un hombre que incomodaba, era un virulento crítico de Daniel Ortega y de otras figuras sandinistas.
Grigsby se pronunció condenando el asesinato. Esto no cayó nada bien en las filas del partido. El martes 24 de febrero a las 11 de la noche fue perseguido por un vehículo y horas después su casa fue víctima de robo.
“Yo ya tengo 27 años metido en la militancia sandinista y conozco como funciona el aparato, cómo funciona la lógica partidaria. He tenido la oportunidad de conocer bastante a muchos dirigentes sandinistas y creo estar en capacidad de discernir, de poder excavar, descubrir mensajes ocultos detrás de acciones políticas”, declaró a El Nuevo Diario.
Tiempos en que no veía mal al Cenidh ni a la CIDH
Hoy usted no va a escuchar a Grigsby una sola palabra de simpatía hacia el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Para él, son agentes e instrumentos del imperio yanqui. Pero en el 2004 eran otros tiempos. El viernes 26 de febrero del 2004 el Cenidh se reunió con él para documentar su denuncia y expresar su solidaridad. Esas amenazas fueron expuestas ante la CIDH, a la que le solicitaron medidas cautelares.
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El 7 de marzo Grigsby brindó una entrevista a La Prensa en la que afirmó que el asesinato de Guadamuz era el resultado de pugnas entre los miembros de partido. Según una nota de La Prensa del 8 de marzo, Daniel Ortega desestimó los señalamientos. No obstante, en la nota el periódico indica que en su entrevista «Grigsby dice que la Policía Nacional conoce ya la identidad del o las personas que emitieron la orden de asesinar a Guadamuz, pero se encuentra atrapada ante la presión de diversos sectores, por el peso político que representan los probables implicados en el caso».
Grigsby y la rebelión de Lewites
En marzo del 2005, el FSLN expulsó de sus filas a Herty Lewites, un carismático político que había sido alcalde de Managua del 2000 al 2004. Con su hablar campechano y las buenas relaciones con los diferentes sectores de la sociedad, Lewites era un serio contrincante de Ortega y amenazaba con ganar la nominación presidencial del partido. Lewites falleció de un infarto el 2 de julio del 2006 durante la campaña electoral siendo candidato del MRS, una agrupación de disidentes sandinistas.
En el momento más álgido de la disputa entre Lewites y Ortega, Grigsby no dudó en lanzar fieros reproches al eterno líder del FSLN. “La rebelión de Herty Lewites ha colocado en jaque a Daniel Ortega. Y lo ha obligado a sacar a flote sus peores tendencias personales”, aseguró el 6 de marzo del 2005 en un artículo de la Revista Envío. En ese artículo reprochó a los “danielistas” el haber purgado a Lewites para garantizar que Ortega fuera nuevamente el candidato del FSLN.
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En esa época el hoy leal a la pareja presidencial, llegó a considerar que Ortega estaba casi liquidado. “Lo real es que ya el FSLN está dividido, que el liderazgo de Ortega ha sido herido casi mortalmente -es duro que los propios sandinistas lo acusen en público de dictador”, aseguró.
El 4 de febrero del 2005 había dicho también que el cisma en el FSLN era un ejemplo más del “déficit de cultura democrática que, para desgracia de Nicaragua, existe en el Frente Sandinista”.
“Las amenazas de muerte -y aún las ejecuciones- no son extrañas a las luchas por el poder en el FSLN”, admitió.
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Haciéndole frente a Rosario Murillo
Sin embargo, los dardos de Grigsby también iban dirigidos a Rosario Murillo, conocida por no perdonar nunca las afrentas. En el artículo del 4 de febrero del 2005 en la Revista Envío, el periodista no tuvo reparos en expresar su animadversión hacia Murillo haciendo mofa de sus “metafísicos escritos” y la “sarta de agravios” de los que se auxilia para atacar a quienes no piensan como ella.
En esa época consideraba que Murillo era perjudicial para Ortega. “La intromisión de su esposa Rosario Murillo -con sus diatribas, su color chicha, su mensaje de amor a los otros y de odio a los nuestros, su arrogancia y sus bamboleos ideológicos- le ha llevado a cometer no pocos errores políticos”, subrayó.
Eran prácticamente los últimos gestos de rebeldía de William Grigsby. El sandinista crítico que velaba por los principios revolucionarios se enfrentaría pronto a un nuevo panorama.
Una vez que Ortega y Murillo se instalaron en el poder en enero del 2007, el furibundo crítico poco a poco empezó a remar conforme se movían las nuevas aguas, salvo cuando poco menos de dos meses después Ortega regaló unos manuscritos de Rubén Darío al líder venezolano Hugo Chávez. «Pienso que eso fue un error y que los poemas deben regresar a Nicaragua», dijo Grigsby.
En el 2008 se registró un masivo fraude electoral en los comicios municipales. Grigsby defendió los resultados. Reconoció que hubo “irregularidades” aisladas, pero que el FSLN había ganado “limpiamente”.
Purgado y resucitado
Los años siguientes el periodista sufrió una purga por parte de Rosario Murillo. Grigsby aún preservaba rezagos de esa “independencia” que no es del agrado de ella. En Radio La Primerísima incluso se transmitían programas como Onda Local y Doble Play, dirigidos por voces incómodas.
Pese a ello, Grigsby hizo tantos «puntos» que ya en el 2012 los medios de comunicación no afines al gobierno lo presentaban como “el nuevo operador político” de la familia Ortega. Grigsby se movilizaba por distintos municipios trasladando órdenes de la pareja presidencial. Conforme fue mejorando su relación con la pareja presidencial también mejoró la radio.
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Así continuó hasta el 2018 cuando las protestas antigubernamentales pusieron en jaque al gobierno sandinista. Grigsby se desprendió de los restos de la careta y sumergió lo que le quedaba de su ser en las fangosas aguas de la propaganda. Carente de toda racionalidad y ética periodística empezó a justificar las más criminales y absurdas decisiones del gobierno.
William Grigsby hoy pertenece en cuerpo y alma a la familia Ortega y no hay momento en que deje de endiosar a Rosario Murillo. «La Jefa de Gobierno es Rosario Murillo, no veo otra Jefa de Gobierno mejor que ella», aseguró en julio del 2020 en Radio La Primerísima.
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