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La CIDH ve al Estado como el «único responsable» de la violencia en Nicaragua

Pablo Abrao, Secretario General de CIDH.

Las fuerzas de seguridad para matar provienen del Estado, asegura Abrão

El secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Paulo Abrão, cree que el Estado es el «único responsable» de la violencia en Nicaragua, porque ha usado a sus fuerzas de seguridad para «reprimir, matar, provocar lesiones y detenciones arbitrarias».

En una entrevista con Efe, Abrão alertó de los intentos del Gobierno de Daniel Ortega para «retomar el control del país por la fuerza desmedida, ignorando la vía del diálogo y los protocolos internacionales» mediante la llamada «Operación Limpieza», que ha llevado al ataque de feudos opositores como la ciudad de Masaya.
En el marco de ese operativo, el Gobierno retomó el martes Masaya en una acción destinada a eliminar barricadas, pero que derivó en agresiones por parte de policías y paramilitares a la población.

Paramilitares, ahora llamados por Ortega «policías voluntarios» actúan desde siempre en coordinación con la Policía.

La CIDH ha denunciado asaltos contra otros bastiones de la oposición como Diriá, Diriomo, Catarina y Niquinohomo, donde se mantenían bloqueos en las calles.
«Para nosotros hay un único responsable, el Estado. El Estado en su deber de proteger a los ciudadanos en contra de la violencia. Y el Estado en su deber de no utilizar su monopolio del uso de la fuerza para reprimir, para matar y generar y provocar lesiones y detenciones arbitrarias», afirmó Abrão.

Para el secretario ejecutivo de la CIDH, «las cifras hablan por sí mismas» con 277 muertos documentados por la Comisión, de los que 19 son miembros de la policía, pero el resto población civil, mientras otro organismos humanitarios cifran los fallecidos en más de 350.
«Eso demuestra efectivamente dónde está la fuerza en este conflicto», apuntó Abrão.

Criminalizan a manifestantes

En paralelo a esos ataques, la CIDH ha detectado un «proceso de criminalización» de los manifestantes con la apertura de causas penales en su contra, así como una «campaña de estigmatización» contra la Iglesia católica, mediadora en el diálogo nacional entre el Ejecutivo y la sociedad civil.
«Hemos visto una campaña de estigmatización a los miembros de la Iglesia como actores imparciales en la conducción de la mesa de diálogo nacional», advirtió Abrão.

«Preservar el rol de la Iglesia es fundamental para generar las condiciones para la continuidad del diálogo, ellos son los actores clave porque son los mediadores de ese proceso, desprestigiarlos significaría enflaquecer la vía del diálogo», consideró.

Como parte de ese proceso de diálogo, la Conferencia Episcopal de Nicaragua propuso a Ortega que adelantara a marzo de 2019 los comicios fijados para 2021 y que renunciara a presentarse a la reelección; pero el pasado 7 de julio el mandatario rechazó esa iniciativa.
Durante un acto ayer para conmemorar el 39 aniversario de la revolución sandinista, Ortega llamó «golpistas» a los obispos y les consideró cómplices de las fuerzas internas y externas que, a su juicio, buscan derrocarlo.

Paramilitares progubernamentales usan sin ningún tipo de restricciones armamento militar y recorren en camionetas de lujo barrios y carreteras, en lo que ellos llaman «caravanas de la paz», pero que han sido definidos por el pueblo como «escuadrones de la muerte».

Esos ataques a la Iglesia «reducen la perspectiva» de una vía de diálogo para solucionar la crisis, pero Abrão espera que Ortega reanude el diálogo ante la creciente presión internacional.

Mientras tanto, según Abrão, la CIDH ha seguido detectando «el mismo patrón de violencia» con manifestantes que han sufrido impactos de bala en cabeza, cuello y tórax, lo que evidencia un intento deliberado de acabar con su vida.

Abrão precisó que algunos de los estudiantes que se refugiaron en la parroquia de la Divina Misericordia, cercana a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en Managua, recibieron disparos en la cabeza.

El viernes pasado un grupo de paramilitares asaltaron la UNAN, uno de los centros neurálgicos de la protestas, y los estudiantes se tuvieron que refugiar en la parroquia, donde permanecieron asediados durante horas hasta que una comitiva de la Iglesia Católica consiguió sacar a los jóvenes.
Los ataques contra la UNAN y feudos opositores han evidenciado un recrudecimiento de la crisis que vive Nicaragua, la más sangrienta desde los años de 1980, también con Ortega como presidente.

 

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Nicaragua Investiga
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