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Artesanos de Masaya: “la gente sigue creyendo en la calidad del calzado nacional”

Varios talleres de calzado de Masaya se han quedado en el camino, pero otros han logrado sobreponerse a “los malos tiempos”.

La cuna del folclore nicaragüense, Masaya, destaca por su gente laboriosa que vive de la artesanía del barro, la pólvora y el cuero. Este último ha sabido sobrevivir y ser contado entre la industria manufacturera del país y para agosto de este año, logró registrar un crecimiento interanual del 1.3%, según el Banco Central de Nicaragua, (BCN).

José es un artesano de Masaya con más de siete décadas en la elaboración del calzado. Asegura que el zapato internacional nunca restará importancia al calzado nacional, aún cuando haya marcas que destacan por su durabilidad. “La gente sigue creyendo en la calidad de este calzado hecho en casa”, dice.

El sector calzado defiende lo dicho por José. Señalan que para enero de 2023, la importación de vestuario y calzado disminuyó un 23% en Nicaragua con respecto a enero de 2022. “Eso quiere decir que la gente está comprando más lo local, por confiable y buenos precios”, añade el artesano.

Según registros del BCN, en el pasado mes de enero, la factura por importación de vestuario y calzado fue por 13.1 millones de dólares, mientras que en el mismo mes de 2022, fue por 17.6 millones de dólares. En cambio, la misma entidad, señala que la producción nacional para 2021 fue de 13 y 14 millones de pares de zapatos, un incremento del 30% en relación al 2015, cuando el país, registró la elaboración de nueve millones de pares de zapatos.

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Pero… sin políticas de estímulo

Los números reflejan un crecimiento interesante, dice un economista que ha asesorado al sector. “Pero mucha gente desconoce las dificultades que ha enfrentado esta gente con el costo de la materia prima, la ausencia de políticas estatales de estímulo al sector y el problema de los créditos”, comenta.

Miguel es un dueño de un pequeño taller de calzado en Masaya. No se recuerda en otro lado en los más de 40 años que tiene, que una zapatería aunque su taller logró abrirlo en 2011. “Aquí ya me he envejecido”, dice. El artesano señala que mantener el taller funcionando, no ha sido una tarea fácil, ha visto a grandes y pequeños cerrar y asegura, que es lo más duro que puede un obrero enfrentar.

“No solo es el cierre de una instalación, es lo que te da de comer y le da de comer a otra gente que depende de este tallercito. Son varias familias. Es duro. Aquí hemos pasado apuros, los artesanos del calzado nos enfrentamos a grandes retos, el principal es sobrevivir, claro”, señala.

Alza en los precios

A criterio de Miguel, los talleres de artesanos deben subsistir a pesar del incremento en los precios de la materia prima que se disparó desde 2018 y se arreció con la llegada de la pandemia del Covid-19. Para enfrentar “el caos por el alza de los precios”, los dueños de talleres han decidido incrementar el costo de su trabajo para continuar operando y no cerrar.

“Te pongo el ejemplo, aquí hago este zapato y al sumarle la mano de obra me podría costar 20 pesos, pero yo lo vendo en 22 para ganarle aunque sea 2 pesos, sin embargo, hay ocasiones que queremos mejorar y ofrecemos salarios competitivos a los colaboradores, lo que hace incrementar el costo del producto”, explica Miguel.

Este artesano refiere que la mano de obra en los talleres artesanales de Masaya son una parte esencial para el funcionamiento de los talleres, y por ende, los dueños procuran mantener y retener el personal más competitivo y calificado, a diferencia de las grandes industrias que importan el calzado internacional y que lo hacen con cualquier mano de obra, porque el mayor trabajo lo hacen las máquinas. “Se trata del cuidado de la calidad y los detalles”, argumenta.

Miguel señala que en la actualidad, el salario de los artesanos del calzado estaría entre los ocho mil córdobas como promedio y 12 mil en buena temporada como la que está por venir que es fin de año por las promociones escolares y los eventos especiales. La otra buena temporada es el inicio del año escolar.

“No dudo que los importados son calzados muy buenos porque son hechos en fábrica, no son artesanalmente porque ellos trabajan con muchos equipos con los que nosotros no contamos, ya que solo tenemos las herramientas artesanales como los cuchillos y las tenazas, pero te apuesto a que ese zapato dura menos que el nacional”, reitera el artesano.

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La migración masiva, también los afecta

Otro artesano, que pidió no revelar su identidad por haber apoyado el levantamiento social de hace cinco años en el que la gente pedía el fin de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, se quejó de la falta de obreros de calzado muchos de los cuales, se han ido del país en busca de mejores oportunidades o debido a la represión gubernamental.

Al respecto, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) señala que entre enero y julio de este año al menos 34.810 nicaragüenses cruzaron ilegalmente la frontera y hasta el 22 agosto, unos 30,736 nicaragüenses se fueron a ese país a través del Parole Humanitario aprobado por el gobierno de Joe Biden para Nicaragua, Cuba, Venezuela y Haití.

“La migración nos ha afectado incluso a muchos talleres se han quedado sin trabajadores porque al chavalo de ahora casi no le gusta la zapatería. Además, muchos zapateros viejos, ya tampoco quieren seguir en esta profesión. Estamos en una etapa en la que cuesta encontrar mano de obra artesanal”, lamentó el zapatero.

En esta ciudad, los artesanos procuran iniciar sus labores a las 7:00 de la mañana y concluyen a altas horas de la noche. A veces por la temporada alta. El salario de estos artesanos no se mide por el salario mínimo en Nicaragua, sino por la producción.

Es decir, el artesano que produce más, podrá tener la mejor paga. No obstante, por más habilidad y esfuerzo que tengan en el país, siempre quedarán lejos de un ingreso que pague en su totalidad su canasta básica, que en Nicaragua ya supera los 19 mil córdobas. “Pero algo es seguro”, dice un zapatero, “comida no faltará en casa, mientras haya cuero que cortar”.

 

 

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