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Jóvenes activistas exiliados en Costa Rica: el sueño de un cambio en Nicaragua

Ante la brutal represión del régimen de Daniel Ortega, muchos jóvenes se vieron forzados al exilio. En Costa Rica siguen alzando su voz.

Desde el año 2018, Costa Rica se ha convertido en un punto neurálgico de la resistencia de miles de nicaragüenses hacia el régimen de Daniel Ortega.

Este es un país que en medio de sus dificultades ha abierto sus puertas a 209,344 exiliados nicaragüenses entre 2018 y mayo de 2023, según el informe Situación de personas nicaragüenses desplazadas forzadas del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más.

Esta lista incluye a cientos de jóvenes que desde su activismo siguen elevando su voz para denunciar las arbitrariedades que comete el régimen de Daniel Ortega.

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Coraje y convicción desde el exilio

Enrique Martínez se exilió en Costa Rica hace cinco años. Comenzó su activismo en Nicaragua en el año 2018 con las protestas por el incendio en la reserva Indio Maíz, pero eso solo fue el inicio de un camino que lo llevaría a convertirse en una voz crítica al régimen de Daniel Ortega y a denunciar las violaciones a los derechos humanos contra los nicaragüenses.

Era “una indignación acumulada tengo que decirlo y un malestar social acumulado que estaba dentro no solo de mi persona, sino casi en toda la sociedad nicaragüense, porque en mi hogar mi abuela a lo largo del tiempo me habló muchas cosas del FSLN, del mucho daño que le habían hecho a su familia”, explica Martínez, de la Unidad Juventil Estudiantil.

El joven recuerda cómo desde que era un adolescente el FSLN se imponía porque cuando “llegué a un puesto de liderazgo estudiantil querían obligarme a que me sometiera la Juventud Sandinista y porque no me sometí prácticamente hicieron varios procesos represivos”.

Martínez considera que el estallido social de abril  del 2018 fue un momento para demostrar que la juventud no es apática a temas políticos, solo que “a veces no tenemos las herramientas, no tenemos los recursos, pero sí estamos conscientes de las cosas que nos perjudican y hay mucho adultismo”.

Jonathan Braudy Sánchez es otro joven que desde Costa Rica trata de incidir para lograr los cambios que sueña para el país que lo vio nacer. Sánchez tuvo que huir en mayo de este 2023 de Nicaragua, pues fue parte del grupo de personas detenidas arbitrariamente por la Policía en una redada contra opositores. Para el joven esta detención es parte de las implicaciones que tiene hacer activismo en un contexto como el de Nicaragua.

“El gobierno se dio cuenta de que participaban en estas actividades, a pesar de que no lo hacía de manera pública, no publicaba nada y fui pues acusado de traición a la patria y ciberdelito (…), lo hacen alegando que yo estaba organizado”, dice Sánchez, quien apenas comienza a procesar que tuvo que salir de su país por la represión estatal y ahora debe iniciar una nueva vida en un país desconocido y lejos de su abuela, con quien vivía.

Superando los temores

Sánchez, de 23 años, expresa que para hacer activismo se requiere de mucha convicción porque “van a venir muchas frustraciones, que la situación (del país) se estanca, van a venir también decepciones respecto a lo que sucede en el país, entonces necesitas mucha convicción porque eso es lo que te va a alimentar a que sigas adelante”.

«Necesitás también coraje porque hay muchos riesgos, en Nicaragua principalmente no sabés si vas desaparecer, si vas a morir, si te van a encarcelar, si te van a torturar, si te van a hacer una serie de barbaridades”, indica.

Aunque en Costa Rica goza de libertad, señala que “la situación económica para los refugiados no es muy buena, necesitamos un sostén económico. No conocés a muchas personas en un principio etcétera, entonces vas a un lugar donde no conocés nada y también tenés que tener coraje para resistir y más si querés ser activista porque no es solo venir y refugiarte sino que a pesar de todo eso continuar ejerciendo”.

A pesar de las dificultades, los jóvenes se mantienen firmes. Martínez, por ejemplo, explica que ser activista permite darle a la gente “información valiosa para que vayan dándose cuenta que en Nicaragua pasan ciertas cosas”.

“Una persona me dijo que el activista o el líder que mueve y que tiene fuertes convicciones y una verdadera vocación y narrativa única, va a mover conciencia y pensamiento a donde vaya y ese es otro punto clave”, subraya Martínez.

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Mujeres, una fuerza vital en el activismo

Yunova Acosta fue expulsada en 2018 de cuarto año de la carrera de Medicina. ¿Su «delito»? Atender a los universitarios que resultaron heridos por los ataques que ejecutó la policía en el contexto de las protestas.

Desde su exilio en Costa Rica, recuerda un evento que marcó su vida. El 20 de abril cuando apenas comenzaban las manifestaciones contra el régimen de Daniel Ortega, atendió a la segunda persona que perdió un ojo en la Universidad Nacional Agraria, ahí “me quede con sus lentes llenos de sangre en la mano”.

Acontecimientos como estos impulsaron a la joven a alzar su voz para demandar justicia y libertad por las víctimas de la dictadura sandinista, sin embargo, reconoce que el camino no ha sido fácil, pese a los prejuicios que existen en la sociedad por ser mujer.

“Ha sido difícil porque siempre está esa cultura machista de que el hombre o el joven hombre, puede mucho más y la mujer no tiene capacidades para llegar a puestos de relevancia o no tiene la capacidad porque es muy vulnerable y que no tiene carácter”, señala Acosta.

Pero nada ha sido un impedimento para esta joven activista que el próximo 9 de agosto asumirá la presidencia de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, donde lleva el compromiso de velar no solo por Nicaragua, si no por Cuba y Venezuela, ya que “son dictaduras que tenemos en la región y ver además cómo se está fracturando la democracia a nivel regional”.

«No me voy a quedar callado»

Otro joven que sigue haciendo su activismo desde el exilio es Alexander Reyes, quien se mantiene firme alzando su voz para denunciar los abusos. “Yo lucho por los derechos humanos, sin importar la inclinación ideológica de los gobiernos o los espacios de poder. Yo no me voy a quedar callado frente a violaciones de los derechos humanos”.

“Me motivó los contextos de violencia, la vivencia de mi propia experiencia de vida, pero también la violencia de la que fui testigo, de las desigualdades que existen sobre todo en este acceso a la justicia, hablando de mecanismos formales e informales”, expresó Reyes.

Para Reyes es importante hacer activismo porque ayuda a conocer las realidades, la formación de liderazgo y para asumir las responsabilidades como actor social.

Sin embargo, Reyes lamenta que “los espacios están llenos de estructuras violentas y de cultura de caciques, donde siempre existe un grupo afanado por llegar al poder, convertirse en una cúpula y mantenerse en el poder y esto claramente limita el trabajo real de los liderazgos que forman parte de las organizaciones o los colectivos”.

 

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