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Bukele, de condenar al dictador Ortega a ser su «aliado por omisión»

El presidente de El Salvador sufrió una metamorfosis en tiempo récord. Su política exterior de «silencio cómplice» hacia las dictaduras coincide con el rumbo de su gobierno.

Bukele, de condenar al dictador Ortega a ser su "cómplice". Imagen: Nicaragua Investiga.
Bukele, de condenar al dictador Ortega a ser su "cómplice". Imagen: Nicaragua Investiga.

«Nicolás Maduro y Daniel Ortega pueden irse despidiendo de sus aliados en El Salvador», dijo sin titubeos un carismático Nayib Bukele, el 13 de marzo de 2019.

Bukele en ese entonces de 37 años, logró, discurso tras discurso, ganarse la confianza y aplausos, no solo de los salvadoreños, sino también de los nicaragüenses que lloraban la fresca sangre de las más de 300 víctimas de la brutal represión de la dictadura de Nicaragua, tras las protestas sociales de abril de 2018.

«Dictadores como Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua y Juan Orlando Hernández en Honduras jamás tendrán ninguna legitimidad porque se mantienen en el poder a la fuerza y no respetan la voluntad de sus pueblos», había manifestado, poco antes, en las redes sociales cuando aún era aspirante presidencial.

«Dictador es dictador. De derecha o de izquierda», sostuvo el 23 de enero de 2019, a las puertas de las elecciones presidenciales en su país, programadas para febrero de ese año.

Bukele, exalcalde de San Salvador y un expulsado del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en 2017, también prometía llevar ante la justicia a los exmandatarios salvadoreños Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén, ambos protegidos del dictador Ortega, quien les regaló la nacionalidad nicaragüense, en julio del 2019 al primero y en julio del 2021 al segundo.

Bukele, del partido Nuevas Ideas, no se definía ni de izquierda ni de derecha, a pesar de su paso por el FMLN, también partido aliado del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

El joven empresario del sector de la publicidad fue el gran vencedor de las elecciones presidenciales y, en junio de 2019, el «millenial» subió al poder.

Ése que normalizó el uso de la gorra al revés en sus comparecencias públicas, las gafas oscuras, los controversiales tuits a modo de «memes» y quien, a partir de entonces, se proclamó «el presidente cool».

Nayib Bukele era el presidente de El Salvador, pero ¡también de los nicaragüenses y Latinoamérica! o, por lo menos, así lo reconocían en las redes sociales, principalmente en el contexto de la pandemia del COVID-19.

Poco transcurrió para que el «presidente cool» sufriera la metamorfosis.

CONTROL ABSOLUTO

En 2021 logró una victoria «nunca antes vista» en El Salvador desde 1992, cuando alcanzó la mayoría en la Asamblea Nacional, la cual, a su vez, quitó del paso a cada magistrado de la Sala Constitucional del Poder Judicial y al titular de la Fiscalía General de la República para colocar a «subordinados» de Bukele.

El popular mandatario ya contaba con el control de los tres poderes.

«Las maniobras para destruir la democracia de El Salvador se asemejan a los ataques contra los tribunales que orquestaron en su momento los gobiernos de Nicaragua y Venezuela. Ese suele ser el primer paso de gobiernos autoritarios», advirtió el director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco.

Y además, sobre su gobierno pesan señalamientos de corrupción.

«Él se cobijó, parapetó y usó a la izquierda histórica para ir escalando posiciones. El primer combustible financiero (de Bukele) se originó en Alba Petróleos y no en el capital de su familia», manifestó el especialista salvadoreño en Relaciones Internacionales, Integración Regional y Migraciones, Napoléon Campos.

En declaraciones a Nicaragua Investiga, explicó que el mandatario, sus hermanos (Karim, Ibrajim y Yusef Bukele Ortez) y su selecto grupo del que cada vez se sabe menos son quienes realmente conforman el «proyecto Bukele». A pesar que sus parientes no son funcionarios de gobierno, «ellos son, en primera instancia, quienes gobiernan el país».

Investigaciones periodísticas indican que la inercia entre los hermanos Bukele «construye unos poderes poco transparentes en la Presidencia, ya que a la hora de rendir cuentas públicas se escudan en su carácter privado».

Periodistas advierten de la «crítica situación» de la libertad de expresión y prensa en El Salvador

Y en apenas dos años de mandato el gobierno de Bukele ya llevaba en su cuenta hostigamiento y descalificaciones a activistas en redes sociales y cierre de espacios de diálogo, hostigamiento a periodistas y medidas legislativas que pondrían en riesgo los derechos humanos y el derecho de defenderlos, alertó Amnistía Internacional.

César Castro Fagoaga, gerente general de Revista Factum y presidente de la Asociación de Periodistas de El Salvador,  detalló que normativas como La Ley de Agentes Extranjeros de Bukele es un calco de la impulsada por Ortega.

«Es un alumno abanderado de Ortega. El régimen (salvadoreño) tiene férrea lucha contra los medios de comunicación, los ve como enemigos, opositores y activistas, en lugar de lo que son: periodistas», dijo a Nicaragua Investiga.

Para Castro Fagoaga está claro que se trata de una dictadura y «una de las principales características de las dictaduras es no reconocer que lo son».

«Las dictaduras buscan menos ataques posibles a su imagen. El discurso de Bukele es efectista, siempre el aplauso continuo y, en su momento, era necesario distanciarse de una dictadura (como la de Ortega) y venderse como algo diferente, sin embargo, podrá funcionar en El Salvador, pero fuera está bastante obvio», explicó.

Pero, Bukele tuvo una «nueva idea» que le ha mantenido la popularidad en la región: declararle la «guerra» a las pandillas. En un país atemorizado por las maras durante más de 20 años, el joven mandatario daba esperanza.

«Y lo usó como moneda de cambio: la percepción de seguridad a cambio de que la gente renunciara a sus principios democráticos, lo que mucha gente no tiene claro qué es porque la democracia «no se come» hasta que son detenidos injustamente, sus voces son tapadas por un bozal», añadió el periodista.

«La gente está aplaudiendo la muerte de la democracia en El Salvador. Algunos no se dan cuenta del precio que estamos pagando», advirtió.

El Salvador extiende régimen de excepción para luchar contra pandillas

Napoleón Campos coincide en que «el pueblo necesita una respuesta, pero la delincuencia no se ha reducido a cero, los homicidios no se han reducido a cero y, (por el contrario), están los señalamientos a las violaciones a los derechos humanos y las investigaciones sobre los líderes de las maras que han sido apresados en México y revelan una negociación entre el gobierno salvadoreño y las pandillas«.

En esa presunta lucha contra las pandillas, se han cometido «abominables abusos a los derechos humanos dirigidos contra población inocente sin antecedentes penales, sin nexos criminales, pero que han sido encarcelados por el régimen de excepción de El Salvador», añadió el especialista.

«ALIADO» DE ORTEGA POR OMISIÓN

«Esto nos aproxima a los señalamientos que también tiene Daniel Ortega por el cometimiento de crímenes contra la humanidad«, enfatizó.

Y en esta línea, «la política exterior de Bukele ha sido coherente con el desmantelamiento democrático, de la vida constitucional en El Salvador».

El 13 de mayo de 2022, El Salvador se abstuvo de votar en la sesión del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) que condenó la ocupación de sus oficinas en Managua. Y mantiene un «silencio» sobre Rusia y Ucrania.

Bukele «no va a sostener posiciones políticas a nivel internacional para que a Daniel Ortega lo sancionen o le apliquen los instrumentos internacionales en distintos foros porque con esa misma vara lo van a medir a él», dijo por su parte el activista y analista político Juan Diego Barberena.

«No puede criticar a un gobierno autoritario cuando él ejerce el poder de forma autoritaria. Responde a una complicidad con el objetivo de mantener una cohesión de estos grupos políticos autoritarios para sostenerse en el poder», señaló el integrante del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB).

Para el opositor nicaragüense, Bukele es un aliado de Ortega por omisión.

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Campos añadió que Nicaragua y El Salvador son «los proyectos tiránicos instalados en la región y, en la medida que se va pareciendo más, El Salvador tiene menos argumentos democráticos para señalar con el índice a Daniel Ortega porque sería inculparse. Los proyectos tiránicos no son kamikazes, no son suicidas».

Ahora, el «presidente cool» apunta a una posible reelección presidencial inmediata, prohibida por la Constitución Política de su país, al igual que el dictador Ortega, pero con una gran ventaja: su popularidad.

LISTO PARA PERPETUARSE EN EL PODER

Fagoaga observa que la reelección ilegal «va a ocurrir» y con el control absoluto que tiene el político «el siguiente periodo creemos que será peor en la limitación de las libertades civiles».

No obstante, «no podés vivir de brillantina todo el tiempo, de anuncios publicitarios todo el tiempo, y al final la realidad te termina alcanzado y se impone».

En este sentido, el país centroamericano tiene muchos problemas, incluyendo el económico, que «no lo van a tapar con un envoltorio muy bonito. La realidad es la que es y no vemos un panorama alentador».

A pesar de que muchas intenciones de Bukele siguen el patrón de Ortega, el especialista Campos duda que El Salvador se convierta en una segunda Nicaragua porque ese país «no ha admitido caudillos» y la sociedad civil «ha sido muy organizada, pero multicolor».

Además, la Constitución Política salvadoreña establece, en su artículo 87, el derecho a la insurrección para restablecer las normas constitucionales ante la transgresión de las mismas.

Y los «países amigos» de Centroamérica de El Salvador, el cuerpo diplomático, las iglesias, la diáspora salvadoreña y las universidades tienen una posición clara sobre la no reelección presidencial consecutiva.

«No esperemos que Bukele se distancie de Ortega, aunque estén allí Funes y Sánchez, porque los proyectos tiránicos se van pareciendo, pero no creo que en estos momentos de invasión rusa, el mundo va a tolerar una segunda Nicaragua en Centroamérica», sostuvo.

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