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El papa sacó a monseñor Báez de Nicaragua porque no quería «otro obispo mártir» en Centroamérica

«Hacedme caso hijo, yo sé lo que te digo, no quiero otro obispo mártir», le dijo el papa agarrándolo del brazo en 2019. Báez relató que obedeció y se fue del país «llorando».

Monseñor Silvio Báez vivía en el Seminario La Purísima, donde disfrutaba realizar labores domésticas, como cocinar, limpiar o hacer las compras.

El papa Francisco sintió un temor real de que la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo asesinara al obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, y por eso le pidió que abandonara el país en 2019, por su seguridad.

Así lo reveló el mismo monseñor Báez en una entrevista concedida al medio La Gaceta de Salamanca, publicada este martes 9 de julio.

«Hacedme caso hijo, yo sé lo que te digo no quiero otro obispo mártir», le dijo el papa agarrándolo del brazo «con mucho cariño», relató Báez, quien agregó que obedeció y salió «llorando» del país en el año 2019.

Báez añadió que literalmente el papa Francisco le dijo que «no quería otro obispo mártir más en Centroamérica», luego de que el obispo nicaragüense le insistía en las razones por las que debía quedarse en Nicaragua.

“Salí sufriendo muchísimo. Nunca he entendido que haya que salvar al pastor dejando a las ovejas. Y yo nunca hubiera salido de mi país si no por obediencia al Santo Padre. Obedecí dolorosamente tras un largo diálogo con él. No fue un mandato y una obediencia ciega. Fue dialogada, pero al final obedecí”, expresó el aún obispo auxiliar de Managua.

Con sus palabras a Báez, el papa hizo alusión al asesinato en marzo de 1980 de monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien fue muerto de un disparo mientras ofrecía misa en una capilla de San Salvador, El Salvador, por denunciar los abusos del ejército salvadoreño contra la población de ese país.

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Un personaje «incómodo» para los dictadores

El religioso, actualmente exiliado en Miami, nació en 1958 en Masaya y, en enero de 1979, se decidió por estudiar para sacerdote con los padres carmelitas, quienes en 1986 lo mandaron a Roma para que estudiara las Sagradas Escrituras.

Fueron más de 30 años los que vivió fuera de Nicaragua hasta que, en 2009, el papa Benedicto XVI lo nombró obispo auxiliar en Managua.

Al llegar a Nicaragua, Báez dice que se encontró con que en el país todavía existían «problemáticas sociales y un modo de hacer política tan poco democrático» que él pensó ya «se habían desterrado para siempre».

«Me encontré con un país en donde había un gobierno que progresivamente se volvía más autoritario, irrespetuoso con los derechos humanos con profundos actos de corrupción, una desigualdad económica y, sobre todo, me impactó que utilizaba la religión y se presentaba como un gobierno cristiano. Utilizaban la religión como sustento de sus políticas populistas y su intento de perpetuarse en el poder. Usaba la religión porque el pueblo de Nicaragua es profundamente religioso y mayoritariamente católico. Me sorprendió ver la manipulación de la fiesta, de los símbolos religiosos y de la fe sencilla del pueblo por su afán de dominar y someter”, contó Báez a La Gaceta de Salamanca.

Al principio, nadie lo conocía, pero, cuando lo fueron conociendo, se fue volviendo «incómodo y una amenaza», especialmente para los dictadores Ortega y Murillo.

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Amenazas de muerte

Con las protestas de abril de 2018, Báez dice que se puso «del lado de las víctimas» y, posteriormente, empezaron contra él «amenazas de muerte directamente desde el gobierno a través de sus operadores políticos».

Fueron esas amenazas las que llevaron «al papa Francisco preocupado por la integridad física de mi persona me pidiera en el año 2019 que abandonara el país», agregó.

Báez, quien fue desnacionalizado por los dictadores junto a más de 300 nacionales, finalizó la entrevista diciendo que de momento «no se ven soluciones a corto y medio plazo» a la crisis socio-política y económica que vive el país desde 2018.

«Evidentemente, una dictadura tan inhumana y tan cruel no tiene futuro, pero no sabemos cuándo acabará. El país se está cayendo a pedazos y el pueblo está sufriendo un calvario. Creo que están entrando en la etapa final y el papel de la Iglesia es dar esperanza y acompañar al dolor del pueblo», concluyó.

Autor
Redacción Central

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