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Desterrados por Daniel Ortega: historias de resistencia

Han pasado nueve meses desde que un grupo de opositores al régimen de Daniel Ortega fueron montados en un avión y expulsados a Estados Unidos. El vuelo OAE379, llevó 222 almas que hoy luchan para sobrevivir en un país extraño.

La mañana del 9 de febrero de 2023 un total de 222 presos políticos del régimen Ortega-Murillo fueron montados en un avión rumbo al destierro hacia Estados Unidos.

En un acto sorpresivo, ilegal y sin comparación a dictaduras del pasado, Daniel Ortega confirmó más tarde que él y Estados Unidos, acordaron la “liberación” de los secuestrados. Entre los tripulantes de aquel avión, iban estudiantes universitarios, líderes políticos, excandidatos presidenciales y hasta sacerdotes católicos, quienes estuvieron en diversas prisiones del territorio durante más de un año y seis meses, tras ser secuestrados y llevados a juicios espurios donde los condenaron.

Han pasado más 290 días desde ese febrero y los desterrados, luchan en un país extraño, sobreviven lejos de los suyos y con muchas necesidades. Cuando cuentan lo que han vivido, pintan un panorama conmovedor que les cambió la vida para siempre, ello, aunque conservan la esperanza de volver a casa algún día en un tiempo diferente al que vive el país.

John Cerna y su sanación

John Christopher Cerna Zúniga, es ingeniero civil, oriundo de Matagalpa. Fue sacado de las aulas universitarias y enviado al confinamiento político. Su travesía comenzó el miércoles 18 de abril de 2018, al salir de un examen final en su universidad, cuando Nicaragua se sumergía en una serie de protestas por la democratización del país.

Cerna Zúñiga se dedicó a la lucha cívica de lleno y cuando fue secuestrado pasó más de 800 días en el pabellón de presos llamado «El Infiernillo», una celda de máxima seguridad en el Sistema Penitenciario Nacional de Tipitapa, “La Modelo”.

Cerna Zúñiga fue uno de los 222 presos enviados al destierro a Estados Unidos.

La historia de Cerna Zúñiga, está marcada por la tragedia. Su padre falleció 40 días antes de su detención, su abuela de crianza murió cuatro días después de su destierro, y ha perdido a otros seres queridos durante su cautiverio.
“Su resistencia se nutre”, según sus palabras, “de la colección de libros sobre democracia que le dejó su difunto padre, convirtiéndose en una guía para sanar las heridas y alimentar sus ideales ciudadanos en la diáspora”.

Desde su destierro, Cerna Zúñiga no sólo enfrenta los desafíos de establecerse en un nuevo país, con una cultura, idioma y sistema diferente, sino que también se dedica a la actividad física para superar los daños musculares sufridos en prisión. A pesar de haber enfrentado la tortura, un intento de asesinato y la pérdida de seres queridos, su compromiso con la lucha por la democratización de Nicaragua sigue intacto. Trata de participar en las actividades que puede, para denunciar lo que sigue pasando.

“Esto no es un asunto de derechas ni de izquierdas, solo es querer trabajar por un país libre”, dice para este reporte. Cerna Zúñiga ha vuelto hacer cosas sencillas para una persona con vida en libertad. Ahora puede hacer caminatas al aire libre, por ejemplo, para recuperarse de las secuelas físicas causadas por la tortura en prisión.

“He ocupado estos meses no solo para establecerme, sino para sanar el daño de todas las situaciones por las que nos hicieron pasar”, señala. Además de enfrentar las dificultades de su madre y su familia para reunirse con él, el exilio también le ha permitido apreciar los detalles de la vida que antes no eran importantes.

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Cerna Zúñiga no solo sobrevivió a las cárceles opresivas de Ortega, sino también a una bala de fusil y a un ataque de 13 horas a la iglesia Divina Misericordia en Managua. –¿Qué te impulsa a seguir en esta lucha?– le preguntamos. “Ahora no puedo decir si ha valido la pena, pero le doy gracias a Dios por estar vivo, eso sí. Hay mucho por hacer”, responde.

Con la pérdida de seres queridos como su padre, abuela y otros familiares, el reencuentro con su madre se convirtió en un hito emocional. Sin embargo, la espera y las dificultades que enfrentaron para reunirse en libertad fueron otros desafíos significativos.

Cerna Zúñiga, subraya la importancia de no olvidar a los casi 90 presos de conciencia que aún quedan en las cárceles de Nicaragua. “Es duro estar allá”, asegura. “Allá no se vive, hay condiciones deplorables. Es necesario unir esfuerzos y superar las divisiones entre el antiguo exilio y el nuevo éxodo. Incluso hay que llamar a aquellos que sostienen a la dictadura Ortega-Murillo para que prevalezcan los intereses de Nicaragua”, explica.

«Todos cumplimos un rol específico y eso nos da pautas para entendernos. Debemos prepararnos porque ni Daniel Ortega, ni Rosario Murillo, van a ser eternos. No es un asunto de derechas, ni de izquierdas, solo es querer trabajar por un país libre, sin excusas. Tenemos que decirnos lo que tengamos que decirnos para poder avanzar”, recomendó.

Samantha Jirón: amor en tiempos de guerra

Samantha Jirón, activista y feminista nicaragüense, es la más joven entre los 222 presos políticos desterrados. Aceptó la nacionalidad española, unos días después de su destierro y desnacionalización por órdenes del régimen.

A sus 23 años, expresó su sorpresa y consternación por ser desterrada de su propio país tras participar en la rebelión popular desde abril de 2018 y luego de regresar desde el exilio en Costa Rica en el año 2021. Condenada por “traición a la Patria” y “menoscabo a la integridad nacional”, Jirón vivió, según sus palabras, el destierro como una violación total de sus derechos humanos, pero también como un respiro “para la verdadera libertad que pronto vendrá”.

“Deseo abrazar a mi familia y volver a mi hogar seguro en Nicaragua. A pesar de los desafíos, ahora duermo más tranquila. De a poco uno vuelve a vivir”, señala.

Jirón se ha integrado al movimiento político «Monteverde», una organización que busca, según sus miembros, influir en la política internacional a favor de la oposición nicaragüense.

La activista explicó que su recuperación emocional es un proceso actualmente en curso. “He pasado por momentos difíciles como la depresión, pero ahora estoy enfocada en contribuir y recuperarme”, dice. “Mi recuperación no va a estar completa hasta que yo no tenga a mi familia y vuelva a sentirles, no importa en donde sea, en cualquier país, pero que pueda estar con mi gente y decir ‘vuelvo a tener un hogar’”, explica.

“Es esa sensación de cuando llegás a casa y está tu hermano, tu mamá, tu abuela, cuando se tenía una familia, para reunirse, algo que es tan sagrado. Entonces, digo, necesito nuevamente sentir eso y sentir que tengo un espacio seguro, y que no tengo que andar de un lugar a otro, no sentir nunca más que no puedo poner las maletas”, agrega.

“Quiero establecerme, hasta el día que pueda regresar a Nicaragua, en un solo lugar. Actualmente no lo siento así, porque tenemos planes, por ejemplo, Kevin y yo, de movernos a estudiar a España, entonces, sé que viene de nuevo otro cambio, otro país, otra adaptación”, contó Jirón.

En cuanto a su relación con Kevin Solís, otro desterrado por el orteguismo, Jirón compartió que ha ido muy bien. Se conocieron durante el proceso de desplazamiento forzado y su vínculo ha sido una fuente de apoyo mutuo. Se conocieron en Costa Rica, comentó Jirón, pero no fue hasta subir al avión en el Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino de Managua, que surgió el entendimiento.

Asegura que su deseo es que los jóvenes no pasen por lo que ella vivió y resaltó la responsabilidad de su generación en forjar un cambio en Nicaragua.

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«Miguel» y su vista al frente

«Miguel», un desterrado más de los 222 expresos políticos, ha optado por mantener su testimonio para este texto en el anonimato, con el fin de resguardar la seguridad de su familia y preservar su desarrollo académico.

A sus 27 años, este nicaragüense, no ha renunciado a sus aspiraciones de continuar sus estudios y obtener una maestría en Estados Unidos o en algún país de la Unión Europea (UE). Sigue padeciendo las consecuencias de la crisis política en su país natal, y de su encierro y destierro.

“Las pesadillas siguen, la inestabilidad económica también está sobre mi nuca, y mi familia sigue encerrada en eso que no dejamos de llamar país”, explicó el comunicador social. Pese a todo, Miguel ha demostrado resiliencia, según sus propias amistades, al continuar preparándose para un futuro académico y profesional más sólido.

Con la esperanza puesta en obtener una maestría, ha aplicado a diversas instancias que le darán respuesta en los próximos meses. Destacó la necesidad de mantener el enfoque en sus objetivos, a pesar de las dificultades impuestas por el destierro y otras circunstancias secundarias. “Vamos a regresar en algún momento, porque el régimen caerá en algún momento, y vamos a necesitar muchos conocimientos para crear el país que merecemos a mediano y largo plazo”, señaló.

“No podemos dejar de denunciar lo que pasa en el país”, dice. “El sistema educativo vive un retroceso gigantesco en las ciencias, las letras, las artes y el humanismo, que marca ahora mismo a varias generaciones que no perciben desarrollo o bienestar básico”, dijo el excarcelado político.

Sobre el exilio forzado, dice que “por muy bonito que parezca, este no es tu hogar al final del día”. A pesar de los desafíos, se mostró decidido a aprovechar las oportunidades que se le presenten para seguir preparándose y contribuir al cambio positivo en su país.

Su historia, como la de muchos otros desterrados, como Cerna Zúñiga y Jirón, refleja la lucha constante por la libertad y el deseo de construir un futuro mejor para sus familias. En sus propias palabras, incluso, “cuando se enfrentan a la adversidad política y a otro mundo, desde otro punto geográfico del continente en el que nacieron, lejos, muy lejos de casa”.

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