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Incertidumbre invade a militancia sandinista y trabajadores estatales

Los trabajadores del Estado, en particular, «tienen que conformarse con oír las diatribas de Ortega» y también «se sienten rehenes de la dictadura”.

Foto/ Medios oficialistas.

“Juanita” es una trabajadora del Ministerio de Salud (Minsa), quien después de darse cuenta de la liberación de más de 200 presos políticos, sintió una alegría enorme con ganas de gritarlo al cielo. Pero esa emoción se la reservó para ella.

Asegura que en las diferentes instituciones del Estado actualmente se está viviendo un ambiente de tensión por las recientes turbulencias políticas y la vigilancia de los fanáticos del gobernante Frente Sandinista, que tienen copadas las estructuras organizativas en los diferentes ministerios, instituciones y entes autónomos,

“Ahora no te pueden ver reunida con una o dos compañeras más en los pasillos, porque es peligroso, creen que tal vez estás hablando mal del gobierno o que estas conspirando, hay paranoia horrible que para poder hablar con tus compañeras tiene que ser un día que no sea de trabajo y en alguna casa particular”, comenta.

Repudio silencioso

De acuerdo al analista político José Dávila, la mayoría de los empleados del Estado, aparte de unos cuadros que han sido serviles con la dictadura por los privilegios y prebendas que reciben, están inconformes en el fondo con la represión de la dictadura desde abril el 2018.

“No comulgan con la forma de actuar persiguiendo y asediando a los que no piensan como la familia Ortega-Murillo. La mayoría siguen ahí por los sueldos que reciben para su sobrevivencia y la de sus familias, pero hay un repudio silencioso a la forma en que actúa el gobierno, que además los controla y espía por si hacen algún comentario contra el gobierno”, expone el especialista.

Así mismo, manifiesta que los trabajadores estatales cuando ven deserciones de funcionarios sandinistas, o que echan presos a algunos, “su angustia crece”.

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Dávila agrega que lo del destierro de los 222 presos aún no terminan de asimilarlo. “Tienen que conformarse con oír las diatribas de Ortega, que ya los tiene cansados. Se sienten rehenes de la dictadura”.

Un discurso para las bases y otro para EEUU

Al consultarle a José Dávila sobre el sentido de las marchas ordenadas por el régimen para celebrar el destierro de los presos políticos, asegura que la dictadura tiene un discurso para sus bases, a las que siempre trata de convencerlas de que la dictadura es lo mejor para el pueblo y a la fuerza los hacen repetir consignas a favor de la pareja presidencial y contra los opositores y Estados Unidos, «Pero a la vez tienen otro discurso frente a los Estados Unidos con los que están desesperados por negociar, y están deseando les quiten las sanciones, reconozcan la legitimidad del régimen después del fraude electoral de 2021, y les permitan inversiones y financiamiento internacional”, manifiesta.

El analista asegura que la dictadura busca demostrar que todavía tiene gente, y por lo tanto capacidad de negociar, pero “cada vez se les hace más difícil convencer a su misma gente, pues su imagen sigue hundida, su aislamiento internacional sigue, y el reciente destierro de 220 presos políticos, se les ha vuelto un boomerang, pues fue muy pírrica la simpatía que lograron con excarcelar a los presos políticos, y siguen en un callejón sin salida”.

Desconfianza entre los mismos trabajadores

Una docente de una de las universidades privadas ilegalizadas por el régimen y luego pasadas a manos del Estado, comentó que la tensión es tal que muchos temen perder su trabajo, y que se alegran por la libertad de los presos políticos, pero esto puede traer consecuencias en el sentido de mayor vigilancia.

Esta situación de cisma en los pasillos de algunas instituciones del Estado ha generado desconfianza entre los mismos trabajadores del Estado que incluso solo se limitan a abordar temas meramente de trabajo, y prefieren no hablar del encarcelamiento y destierro de connotados sandinistas como el vocero de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) Roberto Larios; el paramilitar Marlon Sáenz, conocido como Chino Enoc; y otros que en apariencia eran leales a Ortega.

“Muchos de mis compañeros solo hacen un gesto con sus labios apretados en señal que no pueden hablar, y eso te dice mucho. Aunque nos manden a marchas, nadie se traga ese cuento de que es el pueblo que está alegre (con el destierro). La verdad, no sabemos lo qué se puede venir con este gobierno”, comenta la docente.

Carrión: “Hay un temor bien infundado”

Gonzalo Carrión, miembro del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, refiere que esta insatisfacción se viene notando desde hace mucho tiempo.

“Lo han venido haciendo en el anonimato, los ejemplos son esa gente que ha salido del país, en Nicaragua el desplazamiento, hay que ver el verdadero éxodo de centenares, miles y miles de personas, solo el año pasado dicen los expertos y de acuerdo a datos oficiales tanto de Costa Rica y Estados Unidos, que de Nicaragua hay desplazamiento masivo. En ese sentido, no es extraño que en ese desplazamiento van también personas que han estado como trabajadores del Estado y simpatizantes o personas que han estado respaldando a la tiranía”, considera Carrión.

«Los que están cerca del régimen, incluso van a las marchas o fueron convocados a celebrar una victoria que solo en la mente de los que la convocaron cabe, en ese sentido, uno mira cuántos van libremente, cuántos van a celebrar lo que para nada es ninguna victoria, victoria para la familia que quiere perpetuarse del poder, porque ¿Qué cosas van a celebrar? Celebrar que se cometieron crímenes de lesa humanidad y con el destierro, definitivamente hay temor bien fundado”, agrega.

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Marchas para moralizar 

Para un analista y docente que prefiere opinar bajo anónimo, el clima que se vive dentro de las filas del gobierno, se ha venido construyendo desde hace años y más desde el año 2018.

“Cuando las cabezas del régimen demandaron que cada cual, cada día, debe demostrarles que es leal a la narrativa oficial, si antes se requería un aval político para poder aspirar a un puesto público, ahora se debe demostrar que se está 24/7 en función del régimen. Ahí no hay horario regular, no hay fines de semana, no hay vacaciones. Como indican, con lenguaje militar, deben de estar prestos al llamado”, explica.

De acuerdo al analista y según la reciente caminata, “una de las intenciones de la movilización es moralizar a las bases, mostrar músculo, indicar que se está de acuerdo con las decisiones que toma la cabeza del régimen y atemorizar a los contrarios.

Añade que es lo mismo que hacían Mussolini y Hitler en sus tiempos. Es pura propaganda. En este caso específico, esas “caminatas” muestran un bulto, pero mientras pasan frente a las casas, las personas que observan saben quiénes son los fieles y quienes los obligados, manifiesta.

Las lecciones con Somoza

Según el experto, en el caso de Managua, quisieron replicar las enormes marchas azul y blanco de 2018, pero a la gente le queda claro que nadie fue acarreado, como sí ocurrió ahora. “Nuestra historia nos da lecciones sobre caminatas. En febrero de 1979 le clamaban a Somoza: ¡no te vas, te quedás! Somoza ya no estaba ahí cinco meses más tarde.

Recordó que en febrero de 1990 los sandinistas llenaron las plazas del malecón y adyacentes. “Y dos meses más tarde, estaban fuera del gobierno. Eso lo sabe bien Daniel Ortega”, subraya.

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Ya no le creen a la dictadura

Por su parte Marcos Carmona, defensor de derechos humano, explica que el futuro para Nicaragua es incierto, “siempre lo es a menos que se hable de resultados electorales de Nicaragua bajo dictadura”.

Añade que la tensión que podría haber puede deberse a muchos factores, entre ellos “la pérdida de credibilidad del discurso oficial al decir que los presos políticos eran delincuentes o terroristas, cuando todo mundo sabe de la lucha de Estados Unidos contra el terrorismo y la delincuencia”.

“Los trabajadores del Estado no es de ahorita que viven tensiones y temor, pues siempre están sometidos a la voluntad del sandinismo que controla el gobierno, bien sea para mantener sus trabajos o por el temor a que puedan ser apresados y les sean inventados crímenes como a los presos políticos”, sostiene.

Policías con temor

Ese ambiente tenso que viven los ciudadanos que aún resisten en las instituciones del Estado y que por temor a no encontrar empleo dependen de ese único trabajo, lo confirma una policía a quien llamaremos “Sara”.

Su único hijo se fue “mojado” a Estados Unidos y asegura que, aunque ella quisiera no puede irse, pues allá se enterarían que es policía y si la deportarán a Nicaragua estando en la frontera también corre el riesgo y que aquí sería peor para ella. Por tanto, seguirá laborando para ellos, mientras llega su jubilación.

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Sandinistas al «imperio»

Todo el drama y ensañamiento que ha venido sufriendo la oposición, la sociedad civil y la Iglesia católica a partir de las protestas antigubernamentales del 2018, ha venido “calando” entre los servidores del régimen, quienes a raíz de la masiva migración hacia los Estados Unidos empezaron a “colarse” también.

Martha y José, son dos hermanos que no pasan de los 30 años. Hasta julio del 2022, ambos habitaban en un barrio capitalino, donde los vecinos se referían a ellos como los “sapos”. Ella junto a su hermano (menor que ella) caminaban con carpeta en mano junto a la CPC del barrio, en levantamiento de censos, organizando reuniones e investigando quiénes eran opositores.

La joven, graduada de Administración de Empresas y él a las puertas de finalizar su carrera como ingeniero Electrónico en la Universidad de Ingeniería (UNI). Ambos hoy se ganan la vida en suelo americano a donde llegaron, tras una intensa travesía en buses que los transportaron por Honduras, El Salvador hasta llegar a México y finalmente al “sueño americano”.

Según una tía de ambos jóvenes, ella los apoyó con préstamos para que salieran del país, pues sentían que cada día Nicaragua se quedaba sin oportunidades. Hoy en su humilde vivienda solo se mira a una triste madre envejeciendo, mientras sus hijos se “juegan” la vida a miles y miles de kilómetros.

Al igual que ellos, muchos sandinistas y fieles a la dictadura se marcharon de Nicaragua y quienes aún permanecen en el país, y aún más si le trabajan al Estado, viven las tensiones y el temor de lo que se pueda «avecinar».  La incertidumbre y el temor reina tanto en las filas sandinistas como en los trabajadores del Estado.

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