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Cuando Ortega pedía perdón y hasta se casó por la Iglesia católica

“El que le creyó fue un incauto», dice un analista en relación a las veces que Ortega pidió perdón por los crímenes y abusos cometidos en los años ochenta y que él llama «errores».

No fue una, ni fueron dos, ni fueron tres las veces que el dictador Daniel Ortega pidió perdón al pueblo y a la Iglesia católica de Nicaragua, antes de llegar al poder por segunda ocasión. A Ortega siempre se le reprochaba los abusos y atropellos cometidos durante su primera dictadura en la década de los 80. Él prometió que si el «pueblo» le daba otra oportunidad las cosas serían diferentes.

En la década de los 80 el régimen sandinista expulsó sacerdotes y obispos del país, y enjuició a otros religiosos después de inventarles que eran parte de una trama contrarrevolucionaria. Es decir, lo mismo que hoy hace con los sacerdotes el régimen que encabeza Ortega junto a Rosario Murillo.

La relación entre Daniel Ortega y la Iglesia católica llegó a uno de sus puntos más álgidos el cuatro de marzo de 1983, cuando el papa Juan Pablo II pisó por primera vez suelo nicaragüense. De hecho, es el primero y único máximo pontífice que ha visitado Nicaragua, y en dos ocasiones. La segunda fue en 1996 cuando Violeta Barrios ocupaba el poder y el sandinismo gobernaba “desde abajo”.

Karol Wojtyla (Juan Pablo II) fue recibido en el Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino por el mismo Daniel Ortega y una comitiva de ministros, incluido el sacerdote Ernesto Cardenal, quien militaba y ocupaba un cargo en el gobierno sandinista.

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Fue abucheado por un grupo de simpatizantes sandinistas que al unísono le gritaban “queremos la paz”. Esto acabó con la paciencia de Sumo Pontífice quien de tajo los cayó: “Silencio. La primera que quiere la paz es la Iglesia”, respondió el máximo jerarca de la Iglesia católica, quien horas después dejó el país sin responder los reproches de Daniel Ortega, que le cuestionaba no haber orado por 17 jóvenes que habían sido asesinados por la Contrarrevolución en las montañas de San José de la Mulas, Matagalpa.

Después las turbas volvieron en acción durante una misa del entonces monseñor Miguel Obando, cuando apalearon a los feligreses que participaban del evento religioso en la iglesia San Miguel de Masaya. Todos estos actos de agresión eran con la venia de Ortega y el resto de la cúpula en el poder.

Verdugo de presos políticos

Tampoco es la primera vez que Daniel Ortega es el verdugo de presos políticos, ya lo había sido entre 1979 y 1990 cuando formó parte de la Junta de Reconstrucción Nacional y luego electo presidente en 1984. Según la revista Envío, entre 1979 y 1983 empezaron a funcionar los llamados “Tribunales Especiales”, para juzgar a presos políticos que fueron capturados tras la caída de la dictadura somocista. A través de estos se cometieron graves violaciones a los derechos humanos.

“Los Tribunales Especiales vieron el caso de 6.310 somocistas, de los que 1.760 fueron dejados libres o por indultos previos al juicio o por falta de pruebas. De los 5.550 casos juzgados, 1.229 fueron absueltos… Las 4,331 personas que fueron condenadas, muchas de ellas por haber cometido asesinato, recibieron sentencias que iban desde algunos meses a 30 años”, relata la revista en un artículo.

El llamado “comandante Johnson”, Luis Fley, aseguró en una investigación del medio de comunicación Expediente Público, que “miles de campesinos fueron presos por colaborar con la Contra”.

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Pero las atrocidades cometidas por el régimen sandinista de los ochenta del que Daniel Ortega fue dirigente principal, no pararon ahí. El mismo Luis Fley, quien fue parte de la Contra, detalló que gran parte de estos presos eran civiles campesinos y aquellos que eran capturados terminaban siendo “torturados y luego asesinados, porque el Ejército sandinista era cruel y asesino, nunca respetó la vida de los prisioneros. Por ahí anda una foto en la cual le están cortando las orejas a un campesino contra muerto en combate”, relató.

Perseguidor de opositores

En la misma investigación se recogen datos de cómo Daniel Ortega mandaba a atacar marchas y perseguir opositores hasta encarcelarlos.

Uno de los casos más conocidos habría ocurrido en el municipio de Nandaime, departamento de Granada. Durante una protesta en contra del régimen, el 10 de julio de 1988. Allí fueron apresados opositores como la abogada conservadora y futura presidenta parlamentaria Miriam Argüello (Q.E.P.D), el jurista Róger Guevara Mena, sindicalistas, entre otros.

La policía habría neutralizado la protesta y capturó a unas 39 personas, varios de estos fueron liberados seis meses después por medio de una amnistía decretada por Ortega, una situación similar a la ocurrida después de las protestas antigubernamentales de 2018. La historia se volvió a repetir de manos del mismo verdugo.

Asonadas contra gobiernos liberales

Durante el gobierno de Violeta Barrios (1990-1997), Daniel Ortega, tras su derrota electoral, se encargó de organizar protestas, asonadas, barricadas y actos de violencia, con la finalidad de desestabilizar dicha administración gubernamental y hacer valer su promesa de “gobernar desde abajo”.

Arnoldo Alemán tampoco se escapó de las asonadas y protestas sandinistas, a menos de cien días de comenzar su mandato en 1997, se enfrentó a manifestaciones, en las que se pedía su renuncia, y tranques que en su momento eran vistos como un método de “protesta cívica” por Daniel Ortega, una retórica que cambió en las protestas en su contra en el 2018, cuando los llamó “tranques de la muerte”, los desmanteló y asesinó a varios nicaragüenses por ejercer su derecho de protesta.

Enrique Bolaños, también recibió las embestidas de Daniel Ortega, quien deseoso de llegar al poder tras tres derrotas electorales consecutivas, mantuvo su postura de “gobernar desde abajo”. Se aprovechó de las necesidades de los sectores más empobrecidos del país y de los movimientos sindicales y universitarios para organizar violentas protestas para desestabilizar al gobierno liberal.

Empieza supuestamente a «arrepentirse»

Para regresar al poder Ortega pidió perdón al pueblo de Nicaragua y a la Iglesia católica, pero cuatro décadas después la historia es casi igual, así es “casi”, pues no es similar a la anterior, porque esta vez ha sido más brutal y sanguinaria.

Sus tácticas de “arrepentimiento” comenzaron después de ser derrotado por tercera ocasión por el liberal Enrique Bolaños en las elecciones presidenciales de 2001, cuando al siguiente año en una reunión con el cardenal Miguel Obando y Bravo, pidió perdón por los errores del pasado, incluso su “petición de perdón” fue informada ante el Vaticano.

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Perdón públicamente

En 2004, Ortega lo volvió a hacer, esta vez ante una plaza repleta de simpatizantes sandinistas, quienes celebraban el 25 aniversario de la revolución sandinista, justo antes que monseñor Bismarck Carballo Madrigal se fundiera en un abrazo con su verdugo Lenin Cerna, quien en los ochenta le tramó una conspiración para exponerlo desnudo ante medios de propaganda por unos supuestos amoríos.

“Nos equivocamos, cometimos muchos errores y atropellamos a figuras tan respetadas de la iglesia (católica) como monseñor Carballo, a quien ahora le ofrecemos un perdón en público para que no quede duda de nuestra sincera aceptación de esos desaciertos”, expresó Ortega aquella ocasión

En el 2005 subió la parada, pero esta vez aparentando más seriedad, al punto que decidió casarse por la iglesia con su compañera Rosario Murillo, con quien convivía desde 1978. Incluso recibió la hostia consagrada por parte del cardenal Miguel Obando y Bravo en la catedral metropolitana de Managua, donde se hizo acompañar de toda su familia.

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Durante la campaña electoral de 2006, con el liberalismo dividido por los aspirantes presidenciales José Rizo y Eduardo Montealegre, el caudillo sandinista decidió quemar su último cartucho de “los perdones”.

“Hemos ofrecido disculpas por esos errores, y ahora ante este pueblo que en su mayoría es católica, convencidos de que la reconciliación es el camino correcto, con toda humildad pedimos perdón”, dijo con voz pasiva, durante la campaña electoral en Jinotepe, Carazo, mientras los parlantes y la militancia repetían el corillo de campaña sandinista: Llo que queremos, es trabajo y paz, juntos digamos: reconciliación…”.

Vuelve a la carga 

Pero un año después, una vez sentado en el poder en 2007, volvió a sus andanzas y sus actitudes hostiles contra la Iglesia. Pero esto se recrudeció después que pastores católicos respaldaran a la población durante las protestas antigubernamentales iniciadas en abril de 2018.

“Ortega todo lo que hace y dice lo calcula según su conveniencia, con tal de llegar al poder como lo hizo en 20007. Cuando el cardenal Obando lo casó no fue más que una fachada de conversión a la iglesia católica, previa a su campaña electoral. Si tiene que convertirse a una nueva religión, lo hace, por eso dice y se desdice según le convenga”, refirió Gonzalo Carrión, del colectivo de derechos humanos Nicaragua nunca Más.

«El que le creyó fue incauto»

En tanto un analista político que habló bajo la condición del anonimato, afirmó que si realmente Ortega se hubiese arrepentido, hubiera comenzado por devolver todo lo confiscado en la piñata, pedir perdón a las madres de jóvenes asesinados en la guerra de los 80.

“El que le creyó fue un incauto, porque él nunca demostró con hechos haber cambiado y regresar lo robado junto a su militancia. La naturaleza de los sandinistas es mentirle al pueblo. Cuando Somoza cayó, fue algo de quítate tu para ponerme yo, porque decían que Somoza era dueño de toda Nicaragua, pero en los 80 ellos mismos se adueñaron de todo el país”, afirmó la fuente.

Considera que el dictador está en el ocaso de su carrera política, y se está aferrando a “morir con las botas puestas” porque fracasó en su cálculo de ser recordado como un líder latinoamericano, luchador y revolucionario, “pero en la práctica saldrá como un criminal, violador de derechos humanos a nivel internacional y perseguidor ateo de la iglesia, y un gobernante que sangró y desterró a su mismo pueblo”, subrayó.

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