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Mujeres periodistas construyendo la historia de Nicaragua desde la clandestinidad

Muchas de ellas tienen temor irse al exilio porque no quieren dejar a sus hijos y resto de familia, pero prefieren eso antes que la cárcel.

Foto referencial/ NI.

El pasado 1 de marzo, Día Nacional del Periodista en Nicaragua, “no se celebró, se conmemoró”, según algunas comunicadoras, puesto que, desde la crisis sociopolítica del año 2018, el periodismo se ha convertido en una profesión de riesgo y más difícil ejercerlo en este país centroamericano. Algunas mujeres periodistas han dejado este barco por temor y evitar riesgo a su familia, otras desde el exilio están haciendo su parte, y hay quienes han decidido continuar ejerciendo en el territorio nacional con ciertos protocolos de seguridad para no ser víctima de represión.

Las periodistas en Nicaragua han dejado de usar sus nombres para seguir construyendo la historia desde este país que Daniel Ortega ha convertido en una enorme cárcel.

En primera persona

Tengo 41 años de vida, y 19 años de andar por estos caminos de la comunicación. En mi vida profesional he tenido malos tiempos, pero también agradables sobre todo por hacer lo que me gusta informar y compartir con mis entrevistadas y entrevistados. He transitado desde el oficio en varias facetas y ahora colaborando en el medio digital Intertextual que crece y se fortalece desde el exilio, colaboro desde Nicaragua.

Desde mi computadora puedo ver la puerta de entrada de mi casa, confieso que todos los días tengo miedo, pero aquí sigo, inventando maneras de estar protegida, y dando guerra desde mí escritura.

He borrado todo vestigio y reacciones mías en redes, trato de ocultar mi vida profesional con publicaciones de ocio, tratando de camuflarme entre la ciudadanía, para mantener mi perfil bajo, porque quiero seguir haciendo noticias y no ser noticia.

Cuando Ortega pedía perdón y hasta se casó por la Iglesia católica

No es fácil dejar de existir cuando hay días que te mueles la espalda escribiendo hasta tres notas por día. Hace dos años ni fines de semana tenía libres. La verdad no tenía vida, no sé cómo hice. Si saco cuentas por día, tengo una vida completa de historias contadas que ahora no tienen mi firma y nos es fácil pensarlo sin sentir dolor.

Puedo decir que vale la pena cada minuto, estoy haciendo mi parte contribuyo en la lucha que nos hemos puesto “firmes y dignos” como dice el periodista nica exiliado Luis Galeano, para seguir informando y dar voz a los que no tiene voz y romper la censura.

El 1 de marzo, me recuerda lo que decidí ser, con sacrificio, desde la migración a la capital Managua, enfrentándome al vaivén de esta vida sin paracaídas para llenarme de orgullo por mi profesión que me ha costado y que la cargo sin arrepentimiento y dispuesta a sortearlo todo.

Del exilio puedo mencionar que me aterra, pero es algo que está presente; he cambiado muchas veces la maleta que tengo lista en un lugar de mi casa, procurando solo tener lo esencial, mientras evitó que llegue ese momento.

Más bien quiero que llegue el momento de seguir disfrutando hablar en público, de expresar mis ideas sin temor y denunciar a través de las notas con mi nombre lo que ocurre en nuestra nicaragüita. Mientras tanto aguardaré hasta que logremos la libertad y la democracia, incomodando al poder desde mi resistencia.

En Nicaragua no somos mucho más que tres mujeres que seguimos en este oficio de “alto riesgo” de manera distinta hemos mutado, el vecino o vecina nos ve y somos la típica mujer que sale a la pulpería, que alista a sus hijos para ir a clases (…) pero esconden un terrible secreto, ser periodista o comunicadora.

Yeyetsi Libre y Victoria en la clandestinidad

La periodista Yeyetsi Libre, seudónimo que usa para proteger su identidad, tiene 49 años, recuerda que siempre le llamo la atención el periodismo. “Yo sabía que lo que tenía que ver con medios de comunicación era lo mío”, recuerda. Además, que le apasionaban la radio novelas, desde que tenía 10 años.

Su papá y mamá decidieron que ella estudiaría una carrera técnica para que se pudiera defender económicamente y así evitar que se convirtiera en una obrera del campo, pero en ese proceso decide comunicar su la familia que lo suyo es el periodismo. Terminó la carrera, ha laborado más en organizaciones sociales como comunicadora, y colabora en medios digitales.

“Cuando vos querés contribuir desde la comunicación para generar cambios sociales en un contexto como el que estamos ahorita, te sentís cuarteada, te sentís limitada. Sentís que en lo que vos te formaste para poder construir algo como una agente de cambio, te lo limitan”, agrega.

Estar en el anonimato puede atraer consecuencias negativas como falta de oportunidades de trabajo en el futuro, considera Libertad. “No es que uno necesite tanto faranduleo, pero nuestro valor cuando te piden tu portafolios en un par de años y querés aspirar a un trabajo vas a quedar eliminada de presentar ese portafolios de todos estos años que no has podido poner tu nombre”, considera.

El anonimato es mejor que la cárcel o la muerte

Yeyetsi, tiene un bajo perfil para seguir en la lucha y no dejarse limitar, pero siente un poco dolor al hacerlo de esta manera.

“Me duele que debemos construir la historia desde el anonimato y podemos incluso estar anuladas a nivel profesional de lo que estamos colaborando, pero no podemos hacerlo de otra manera si queremos generar el cambio y trascender a recuperar la democracia de este país y la libertad de prensa”, externa.

La periodista se niega a irse al exilio y tiene la certeza de ser más útil dentro que afuera. Mientras tanto conmemora el día del periodista encerrada en un cuarto, orando, deseando que pronto acabe la dictadura.

Otra de las colegas que pidió omitir su nombre, es una incansable redactora del periodismo de calle, de esas que se han bronceado la piel de andar cubriendo noticias. Comentó que le pusieran un seudónimo evitando a toda costa no ser identificada, pues escribió en los históricos periódicos del país por muchos años, pero ella sigue dando guerra. La llamaremos Victoria.

“Estoy en Nicaragua, he pasado desapercibida hasta el momento, así quiero estar, porque tengo hijos y mi familia, y no me gustaría que ellos tengan una patrulla en frente”, puntualiza. Aunque aclara que no ha recibido ningún hostigamiento.

Victoria decidió estudiar periodismo a finales de los 80 y comienzos de los 90. “Me gradué como licenciada en periodismo, así, sin ninguna especialidad. Desde entonces he estado en esta labor”, recuerda.

Afirma que cuando era estudiante de periodismo nunca imagino hacer la labor como ahora lo exige el contexto actual del país, y tener que regresar al periodismo de catacumbas.

“Escuché en algunas ocasiones hablar sobre el periodismo de catacumbas, te contaban de que estaban en la clandestinidad, que no podían salir a la luz, pero era lo que te contaban. Una cosa es que te lo cuenten, otra cosa es vivirlo”.

En el tiempo de la dictadura de Somoza hubo leyes restrictivas para censurar al periodismo, asesinatos, encarcelamientos y torturas. El periodismo regresa a esa etapa oscura con el régimen de Daniel Ortega.

En una nota del medio Literal Periodismo Ciudadano, Guillermo Cortés, quien para esa época era un estudiante, escribió: “el Periodismo de Catacumbas estuvo vigente por un breve tiempo, entre el 31 de enero y el 11 de febrero de 1978, pero tuvo un impacto enorme y una gran trascendencia histórica”. Ahora el método que se retomó para vencer la censura del orteguismo lleva casi cinco años desde 2018.

“Me formé toda mi vida como reportera en la calle, nunca en la casa. Siempre firmé mis notas en donde trabajé, pero en esta nueva etapa toca no decir ni dónde trabajo, ni dónde vivo, porque al igual que la fuente, yo pido en anonimato por todo lo que implica. Pero jamás en mi vida, ni cuando me gradué pensé estar en esta situación”, recalca Victoria.

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“Tengo una familia y no quiero irme hasta el momento”

“Estamos construyendo la historia desde el anonimato, desde aquí en Nicaragua, todo lo que está pasando en relación a los derechos humanos, las violaciones a la libertad expresión lo estamos viviendo en carne propia y hasta hablamos del exilio, evitando a toda costa vivirlo”, subraya.

La reportera es del círculo de periodistas con maleta lista para buscar refugio, ahí la tiene por si acaso. “Tengo una maleta en mi cuarto (sonríe), con dos mudadas de ropa, un par de tenis, lo necesario. La computadora que no la voy a dejar para cuando toque, aunque espero que nunca toque irme, porque es duro contemplarlo y vivir un exilio”, externa.

Asegura no tener arrepentimiento de haber ingresado al mundo del periodismo a pesar de lo que conlleva seguir ejerciéndolo, pero sí se cuestiona el no haber hecho otra especialidad como perfeccionar su inglés, para tener mejores oportunidades u opciones.

“Si volviera a nacer, volvería a estudiar periodismo, pero especializándome estudiando más para saber explicar mucho mejor las historias y las violaciones a los derechos humanos que estamos viviendo en Nicaragua”.

Victoria celebró el Día del Periodista escribiendo y cuidándose un poco más, advierte que “hay que extremar las medidas de seguridad por que en estas fechas Daniel Ortega siempre arremete con más capturas”.

Personas ligadas a medios de comunicación, directores de medios, estudiantes de periodismo estuvieron en la cárcel por casi dos años, condenados por el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, a 8 o 13 años de prisión por supuesta “traición a la patria, Menoscabo a la integridad nacional y por Propagar noticias falsas”, las razones fueron por ejercer su derecho de libertad de expresión y libertad de prensa, contemplado en el artículo 30 y 66 de la Constitución Política de Nicaragua. Además, junto a ellos, más de 14 hombres y mujeres de prensa en su mayoría en el exilio fueron despojadas de su nacionalidad y desterradas por el supuesto delito de “traición a la patria”.

 

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