Agricultura digital: Un sueño lejano para pequeños productores en Nicaragua

La agricultura digital se entiende como la incorporación de tecnologías digitales en procesos y etapas de la actividad agrícola o agropecuaria. Se le conoce también como agricultura inteligente y agricultura 4.0.

Las tecnologías digitales con posibles aplicaciones en la agricultura ya son tema de interés en los países que integra la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

“Sin embargo, en Nicaragua la agricultura digital es aún inaccesible a pequeños y medianos productores, estamos lejos de contar con este tipo de tecnologías facilitadas vía programas de políticas públicas, dirigidos a cooperativas y gremios agrícolas y agropecuarios”, señala la ingeniera Aracelys Mayorga, egresada de la carrera de Agronomía de la Universidad Nacional Agraria.

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Mayorga agregó que ante la ausencia de planes por parte del gobierno dirigidos a pequeños y medianos productores, la agricultura digital solo puede ser desarrollada en Nicaragua por el gran capital.

En Nicaragua los pequeños y medianos productores aún no están familiarizados con aplicar nuevas tecnologías en sus tareas agrícolas.

“Allí los únicos que están actualizados en ese tema son los banqueros y las familias de apellidos que ya conocemos están metidas en esos negocios de la agro industria que tradicionalmente se dedican a exportar azúcar, café, maní, bananos, plátanos, entre otros rubros”, comentó Mayorga.

Pandemia trae una oportunidad a la agricultura digital

La presente crisis sanitaria, económica y social causada por la pandemia de Covid-19 es una oportunidad para transformar el modelo de desarrollo de América Latina y el Caribe.

Con ayuda de la agricultura digital se podrían construir sistemas agroalimentarios que desarrollen resiliencia a riesgos futuros.

Así lo sostiene la novena edición del informe Perspectivas de la Agricultura y del Desarrollo Rural en las Américas, una mirada hacia América Latina y el Caribe.

Este fue elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

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Más de 30 técnicos de estas instituciones participaron de forma interdisciplinaria en su elaboración.

Su contenido subraya que las acciones transformadoras a largo plazo deben desarrollarse junto al proceso de recuperación inmediata.

Además, con un abordaje simultáneo de las problemáticas sanitaria, económica y climática.

Uno de los temas prioritarios es acelerar los pasos de la agricultura digital.

Agricultura digital en la modernidad

Hablar de agricultura digital incluye la operación de plataformas digitales, sensores, Internet de las cosas, robots, drones, big data, computación en la nube (cloud), inteligencia artificial y blockchain.

La incorporación de estas tecnologías supone la generación de información, basada en la recopilación y procesamiento de datos.

Mientras otros países de la región ya avanzan en materia de digitalizar sus procesos productivos agrícolas, en Nicaragua no es tema en agenda del régimen sandinista.

Es decir, indicadores que permiten el monitoreo, análisis, planificación y control inteligente de procesos de producción, transformación, distribución y comercialización de productos agrícolas.

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La disponibilidad de tecnologías digitales para la agricultura se incrementa significativamente en los últimos años e impulsa la digitalización de la actividad agrícola.

Esto podría contribuir a construir sistemas agroalimentarios más prósperos, sostenibles, resilientes e inclusivos en la región, durante la transición del período pospandemia.

El estudio hace un llamado a “reconstruir mejor”.

La revolución tecnológica en curso brinda la posibilidad de maximizar los beneficios económicos, ambientales y sociales de la producción de alimentos.

Los actores claves del cambio

Para ello, es imprescindible un trabajo conjunto y planificado de los actores públicos y privados, que minimice los riesgos de la generación de desigualdades y exclusión, señala el informe.

El documento indica que la reducción de 7% en el PIB regional en 2020 ha sido la mayor caída de la actividad económica en 120 años en América Latina y el Caribe.

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La pobreza y la pobreza extrema alcanzaron niveles que no se observaron en la región durante los últimos 12 y 20 años, respectivamente.

La región produce alimentos para más de 800 millones de personas, al tiempo que alberga gran parte de la biodiversidad global y provee servicios ecosistémicos irreemplazables.

Las acciones transformadoras de los sistemas agroalimentarios pasan por dos grandes retos.

El primero, establecer una relación más armoniosa entre los seres humanos y la naturaleza.

Otro de los retos es corregir las múltiples desigualdades sociales, económicas y territoriales presentes.

El rol vital de la agricultura

Para ello es central reconocer el rol que cumple la agricultura como fuente de ingreso, empleos y alimentos para la región y el mundo.

Dado su carácter esencial, la producción de alimentos, junto a la salud, debe estar en la primera línea de prioridades de financiamiento e inversión en la fase de recuperación y transformación del período pospandemia.

“La agricultura digital puede hacer una contribución sustantiva a la transformación y al fortalecimiento de los sistemas agroalimentarios en su evolución hacia la sostenibilidad y la inclusión social”, dice el director General del IICA, Manuel Otero.

Agrega no tener dudas de que las tecnologías digitales son una alternativa concreta para enfrentar muchos de los retos actuales.

Solo el gran capital en Nicaragua hace inversiones en tecnología para desarrollar sus procesos productivos.

Entre los retos figura: una producción más alta, sostenible y resiliente; mercados más eficientes y accesibles; alimentos más seguros, nutritivos y trazables.

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Por supuesto, no debe faltar el reto de más inclusión y mejor calidad de vida para todos los actores del sector rural, considera Otero.

Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, cree que la pandemia evidencia la centralización de los sistemas agroalimentarios.

Un avance inevitable

Además, dice que la misma pandemia ha hecho también evidentes nuestras vulnerabilidades.

Por su parte, Julio Berdegué de la FAO, aboga por aprovechar mejor las oportunidades de los acuerdos comerciales y los procesos de integración regional.

Esto como medidas que pueden potenciar el rol de América Latina y el Caribe en la alimentación global.

La información señala que la digitalización de la agricultura en América Latina y el Caribe es incipiente, pero comienza a acelerarse y será inevitable.

Tal aprovechamiento es todavía bajo y desigual debido a diversas barreras.

Sin embargo, este es el momento de potenciar la revolución digital de los sistemas agroalimentarios, para avanzar en su transformación en un escenario de recuperación pospandemia.

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La brecha entre la ciudad y el campo es uno de los datos de la realidad que se debe corregir.

Mientras el 71% de la población urbana cuenta con servicios de conectividad significativa, en poblaciones rurales este porcentaje baja al 36,8%.

Acciones para la transformación

Existen varias acciones consideradas seguras en la transición del período pospandemia para potenciar la transformación de los sistemas agroalimentarios.

Una es la inversión en buenas prácticas de manejo sostenible que generarán retornos positivos.

También la promoción del cooperativismo como una herramienta clave de inclusión y formalización de la producción familiar

Otra es el aprovechamiento de oportunidades para agregar valor a “lo biológico” y generar nuevas oportunidades socioeconómicas en territorios rurales.

El informe consigna que el sector agroalimentario ha demostrado ser más resiliente que el resto de los sectores económicos a los desafíos sanitarios, logísticos y financieros que planteó la pandemia.

Esto se evidenció en las tendencias de crecimiento del valor de la producción y el comercio regionales.

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De hecho, datos preliminares para 16 países de la región en 2020 indican que el conjunto de actividades de agricultura, ganadería, caza y pesca creció o tuvo una caída menor que el PIB total.

Crecimiento de exportaciones, buena señal

Por otro lado, las exportaciones agroalimentarias de América Latina y el Caribe aumentaron 2,7% en 2020 con respecto a 2019.

Mientras las exportaciones totales cayeron 9,1%, según el informe de la CEPAL y la FAO.

También se plantea en el documento cómo llevar adelante programas de fomento en un escenario de escasez de recursos fiscales como el que podría darse en los próximos años.

Por ejemplo, las actividades vinculadas a la agricultura y la alimentación deben estar preferentemente basadas en soluciones endógenas y de bajo costo.

Esto para potenciar los recursos propios de los agricultores, sus familias y comunidades.

La crisis es también una oportunidad para repensar la agenda de financiamiento para el desarrollo e impulsar un proceso de reconstrucción sostenible e igualitario.