«La razón por la que me metí a las protestas (contra la dictadura de Nicaragua) fue mi mami», relata el excarcelado político John Cerna, refiriéndose a su abuelita materna.
El joven matagalpino recuerda que antes de abril de 2018 iba mes a mes por la pensión de vejez de doña Olimpia Velásquez, quien apenas recibía tres mil córdobas. «Era una señora de casi 90 años, diabética, hipertensa, y muchos años vi la dificultad que tenía para conseguir la insulina, me dolía, y después vino el capricho del régimen por mermar el ingreso de los jubilados», rememora.
A John Christopher Cerna Zúniga, apodado «El Tigrillo», aún se le quiebra la voz y «le duele el corazón» al recordar a la viejita que, en las madrugadas, todavía se hincaba de rodillas a los pies de la cama para pedir a Dios por la libertad de su nieto, preso político de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
La abuelita esperó casi tres años por ese «milagro». Cuatro días después que John Cerna fue excarcelado y desterrado a los Estados Unidos, falleció.
Familiares de John Cerna, «El Tigrillo», con la abuelita Olimpia. Foto: Cortesía.
De tantas cosas que le privaron en las celdas de máxima seguridad de la cárcel «La Modelo», Cerna solo lamenta el no haber podido dar el último adiós a sus seres queridos.
«Mi papito Chepe —abuelito paterno, José Enrique Zúniga— falleció en agosto pasado cuando yo estaba en una celda de «El Infiernillo». Le dio un derrame. Mi mamá le pidió a mi abogada que solicitara que me dejaran salir para honrar al papito Chepe, pero la Policía no lo permitió. Yo no sabía, me enteré por un familiar de otro preso que hizo visita a la cárcel días después del fallecimiento», deploró.
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«El Tigrillo«, como le llaman debido a su apodo «Tigre» ganado en los Boy Scout, fue encarcelado el 28 de febrero de 2020 cuando tenía 24 años y cursaba su último año de Ingeniería Civil en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).
«Te digo que te amo»
Durante sus más de mil días en cautiverio fueron falleciendo: un primo, por falta de vacunas contra el covid; una tía, por complicaciones médicas; un tío, por cáncer; y su líder en los Boy Scout. Meses antes de su detención, también había sufrido la muerte de su padre, Juan Ramón Cerna.
«¿Cómo suprimís la sensación de ausencia de esa persona que amás y no le pudiste decir unas últimas palabras, tener esa dicha?», dice consternado.
Por eso, «le decía a mi mamá detrás de un vidrio en la cárcel: hoy que quiero y puedo te digo que «te amo» porque el día que quiera y no pueda voy a estar jodido».
Excarcelado político John Cerna y su padre. Foto: Cortesía.
«Ya descansan, siempre los voy a amar»
A pesar de todo, Cerna asegura que no siente arrepentimiento alguno de haber participado en la lucha cívica contra la dictadura ni las torturas en prisión mermaron sus convicciones; por el contrario, «ese valor humano lo sembró mi papá porque él fue cruzrojista. Es la persona que más me ha inspirado (a servir)», afirma.
«Yo sé que ellos ya descansan, siempre los voy a amar, donde sea que esté los voy a llevar conmigo y un día voy a volver al lugar donde sus restos descansan, mientras, voy a trabajar para completar las metas que tengo», dice Cerna.
John Cerna, El Tigrillo, durante las protestas contra la dictadura, 20 de abril de 2018. Antes de fallecer, su padre manifestó que esa foto era la única que deseaba ver colgada en la pared en lugar de los títulos universitarios que la dictadura le obstaculizó. Foto: Perfil de John Cerna.
Sueña con abrazar a sus hijos
En Nicaragua se encuentran sus hijos gemelos a quienes no vio nacer ni les vio «dar sus primeros pasos ni llegar a su primer día en la escuela». Su sueño es poder abrazarlos, aunque tiene el obstáculo de que no está registrado legalmente como padre de los menores.
Por ahora, ya con ciudadanía española, espera obtener asilo en Estados Unidos y reencontrarse con su madre y hermanas. Estudia un curso de higiene y seguridad ocupacional, practica el inglés, cuenta con permiso de trabajo, seguro social, licencia de conducir y tiene la esperanza de laborar en áreas relacionadas con su carrera.
A su vez, está recibiendo atención médica por las secuelas de las torturas sufridas en la cárcel, usa gafas de sol por el daño en la vista y se cuida la piel que «se le pudrió en prisión». Desde su excarcelación, en febrero pasado, ha aumentado de peso pasando de 150 libras a 173 libras; también va al gimnasio, pero aún le cuesta socializar.
«Desde la cárcel, todo lo vi como un reto. Hoy he encontrado mucha paz, en parte. Estos meses los he dedicado a cuidarme hasta que llegue el día de la reunificación familiar», manifiesta.
«Imaginate una persona en la cárcel que no tenía acceso ni a su ropa interior y ahora cuando llega a un supermercado puede escoger tamaño, diseño y precio. En la cárcel mi mama me llevaba ropa interior, pero los guardias no me la entregaban. En el escamoteo conseguía una aguja para medio costurarlos, para mi o para Kevin (Solís). Ellos quieren quebrarte el espíritu», expresa el líder estudiantil.
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No obstante, asegura que sus principios se mantienen firmes, sigue siendo un crítico sobre temas políticos y como nicaragüense «cumple el rol donde sea que esté».
A los jóvenes de Nicaragua les recuerda que «ahí está el espacio para la juventud y hay que pelear por ello». «Los jóvenes están sufriendo exilio, desempleo, no pueden opinar en las universidades, pero uno debe de vivir para hacer el bien, tener un criterio propio. Les digo que persistan, no dejen de ser testarudos con los cambios que deseen generar. Un día será de día».
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